por ASTRID ROSSANDY CARDENAS ROMERO
Y a los ocho años resucitó de entre los muertos. Así volvió, en silencio, un miércoles de teatro a la plaza de siempre. Era uno de esos amores viejos y risueños, sabía de sobra que después de tantos días de dolor, debía llegar a ella así: callado, sereno y sin avisarle. El gato desde el techo de la casa, lo escuchó llegar ese día a la plaza. Allí sentados, el marido respiraba sus suspiros: ¿Por qué no hay registros de las muertes diarias de aves en el mundo? ¿Es que de verdad no interesa que caigan un par de alas de ángeles silvestres? ¿Cuántos gusanos fallecieron hoy? ¿Podrá algún pez morir de vejez?
Preguntas insecticidas de una mujer que desayunó “soledad al marido”. El marido es un artesano de historias para un hijo con ojos grandes, como de muñeca. Mientras caminan hacia la casa en medio de una mañana de ruidos, de escandalosas compasiones para con ella misma, resuena en su cabeza un sol de mil razones que la invita a callar y a dejarse amar por quien quiera que fuera ese marido, a quien ama, con quien es feliz. Pero al llegar a la casa, ya sin el marido y sin el hijo, mira el mueble de la sala y la sacude el recuerdo: ¿Por qué olvidarían los dioses tocar en la ventana las cinco cuerdas del arpa, donde nace el viento que cura la culpa a puntadas de olvido?
Aparece el gato, silencioso testigo del desagravio. Su cola le serpentea entre las piernas. Carga al gato que no es triste ni azul pero tampoco olvida. Sara lo mira con sus ojos quietos, leves y sin azar. Su inquietud por los animales era la inquietud por un Hombre Reptil que la asalta entre risas y llanto. Entonces el recuerdo de ese cuerpo se encarama en su hombro izquierdo y le cuenta:
-Hace tres santos días que, mano a mano, destrozamos sueños, calles, puentes, mares, cielos, ropas, sorpresas, fechas, sobras… El mundo está escondido dentro de cestas de basura que llaman casas. Si se mueven con llantas entonces son carros o buses. Si vuelan, que no ocurre casi, son aviones.-
Sara camina aún con el gato. Un botón y suena la música. El gato huye. En el aire de la casa, Cibelle con Green Grass. Sara busca la luz del sol de razones. Suben sus manos suaves por su cuello a la cabeza, le apetece seducirse en nombre del recuerdo de ese Hombre Reptil.
Enseguida suena el timbre. Al abrir la puerta halla enseguida la mirada obscena que contrae sus caderas y despierta sus pezones. El beso les resulta cálido pero insuficiente puerta al goce que desviste al otro. Ahora ella con su boca roza el oído del Hombre Reptil que escucha atento con besos las palabras para él. El gato, en su complicidad, escucha y observa callado, atónito lee los vertiginosos pensamientos de Sara y su Hombre Reptil. En el mismo mueble de siempre, despacio, despacito hasta la desesperación, ella le incita:
- En tu boca suena la noche a luna callada, a estrellas secreteándose el falso destino que nos depara. Los gemidos son aullidos de perros callejeros clamando cariño… De otro cuerpo he recibido ese sorbo de humanidad que me permite estar aquí contigo, que me recuerda que he vivido de sentidos, de mi piel. Pensaba ayer, mientras ejecutaba malabares con mi pierna para cortejar tus ojos, que si acaso mi sonrisa te distrajera, jura no olvidar que tengo un señuelo de dulce andar y que con él he debutado engaños para obtener caricias, este sabe de oportunidades y crueldad, casi tanto como la seducción.-
Durante el espasmo final sienten la agitación catastrófica de las tensiones de piel. En la oscuridad de sus parpados cerrados se dibujan con alientos el encanto para la eterna lujuria de dos sexos sin azar. Ella toma entre sus manos la cara del Hombre Reptil y le revela:
-Es esa húmeda orilla de playa -le secretea-, ese espacio siempre mojado y brillante que se mantiene en el ir y venir de las olas, esa es la fidelidad que a la pasión intima del amor le profesan los amantes. El amor es ese hilo dudoso que nos reúne y nos separa. Te amo cuando sueño que me dibujas, me pintas y me escribes. Luego muero en cada una de tus miradas. Tú me amas cuando tus manos, sintiéndose culpables, me resucitan de un soplo.-
Con la sangre fría o, como le llaman, con estilo, que es lo mismo, Sara se levanta un poco mareada rumbo al baño de la habitación. Como su gato, anda en pasos suaves y sagaces que mueven toda su vanidad. Invita con un beso al Hombre Réptil a seguirla. Entran a la ducha. Mientras la atrae por la espalda, le sentencia:
-Ya me he lanzado a lo inhóspito de conocer tu sentir y no poder hablarte, pues no me escucharás, aun así puedo tocarte y amarte con mi piel todo cuanto quiero. Seremos nubes perseguidas, minutos sedientos de tiempo. Después solo tendremos el lento transito del silencio que recordará estos agravios. Solo para que sepas: luego de 8 años, después de tu abandono, me encuentro hoy felizmente casado. Lo bueno es que, viéndote en esta casa, tengo la certeza de que no planeamos dejar de estarlo…-
Sara se voltea y mientras lo besa compasiva, enseguida agrega:
-… así como nunca planeamos encontrarnos nuevamente, no hablemos de los fantasmas pasados ni de los que se fecundan en cada paso. Aquí estoy porque soy feliz en tus brazos y en los días de él. No tengo porque escoger, es la catástrofe gozosa del amor lo que habitamos- .
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