viernes, 4 de noviembre de 2011

VEJEZ


VEJEZ

Alguna vez leí un cuento de Julieta Pinto, si no recuerdo mal se llama “El pino de enfrente”.  Cuenta, si la memoria me acompaña, de una mujer que conoce a un hombre cuando ya no esperaba nada de la vida. El hombre se le parece al Amor.  Ella, aunque presiente lo iluso de ese amor, se entrega a él sin remedio, pues no se puede evadir lo inexorable.  Ella establece un parangón entre el Amor y la gradual resequedad del pino de enfrente de su habitación, y la muerte inevitable de éste debido al abandono.  O quizás por su edad ella se refleja en el pino. No estoy seguro.  Vislumbro al personaje de Julieta Pinto con más de treinta y cinco años, quizás más de cuarenta; en cualquier caso, los años suficientes para presentir la derrota.  En la noche final, cuando el adiós es inminente, al cuarto lo colman las penumbras y él se despide de ella y sale.  Ella no sabe si la sombra que sale, o todas las sombras que pueblan el cuarto y que siempre la han deprimido, o alguna de éstas, en suma: ella no sabe cuál de todas esas sombras es ella misma.  Pienso en ella en medio de la oscuridad de esta noche; imagino a la mujer reconociéndose como un olvido del Amor, como un pino seco, sabedora del amor efímero —de la brevedad del Amor— y siento su convicción postrera de ser una carga para la vida; a esta hora en que la luz y el Amor perdieron el camino hacia mi cuarto, escucho los fantasmas gritándome al unísono lo que hace años descifré inconscientemente en el cuento de Julieta Pinto. Ahora, con las sombras evocándome ese hermoso cuento, veo el fugaz resplandor de una hoja blanca pegada en la pared, donde no alcanzo a leer los versos breves de Juan Manuel Roca, que en este instante, con Julieta Pinto, son testigos de las penas que me cubren. Entonces no sé si leo en la oscuridad o si he cerrado los ojos y leo en mi memoria, pero veo claramente los versos del poeta: Estoy tan solo, amor, que a mi cuarto sólo sube, peldaño tras peldaño, la vieja escalera que traquea”.  La vieja escalera por la que me deslizo como una sombra. Tal vez de eso se trata el cuento de Julieta Pinto, al menos así es como lo recuerdo, lo cual es lo mismo. Estoy tan viejo, Amor, que en mi corazón sólo anidan telarañas.

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Carlos Arturo Ramírez Gómez
Pasto

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