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Hoy me la encontré en la calle. Fue más raro, venia caminando distraído por la plata que debo; estaba sumido en los pensamientos de otro, no en los míos… si hubiera estado en los míos de seguro que no la vería aun si me pasara al frente y me chocara con ella.
¿Si conté que me la encontré hoy? Perdón, es que todavía pienso en la plata. Tengo tantas cosas por pagar, son tantas que a veces me ofusco en ellas. Ando tan sumido en lo que no existe que hasta me la encontré ¿si te dije?
Verla fue como estrellarse contra el mundo. Fue como la primera vez y eso que estaba lejos. No la conocía ni nada, nadie me había hablado de ella, no había nada que nos conectara… aun así me estrellé; como hoy, todo por andar pensando en que debo.
Esa vez estaba frente a la estación, esperando a que pasara mi tren. Miré el reloj y vi que estaba retrasado, y ahora que lo pienso, mi reloj se detuvo ese mismo día cuando ella se me apareció. Por un momentico subí la mirada por ver a una madre regañar a su hijo, y entre la gente que viajaba vi una silueta elegante y altiva que me prendó de una sola vez.
Al principio me aterré porque juré no volver a encontrarla, pero luego de un rato vi que sacó un reloj parecido al mío y comenzó a buscar con la mirada a alguien. En la fugacidad del momento sus ojos indagaron hacia donde estaba yo y rapidito me agaché y me hice el muerto al lado de mis dos grandes maletas. Ahí no más me estiré en el suelo de la plataforma, ya no me preocupaba la hora que era o que si le debía plata a alguien; me estiré como cuando uno se muere, así sin más ni más.
¡Pero venga pidamos algo que la tarde apenas comienza y hay que espantar su pereza hasta que llegue la ebriedad de la noche!
¿Si te dije como me prendó ella cuando la vi parada buscando algo con la mirada? Eso ha sido creo, lo más bello que he vivido en esta vida; claro, salvo el día en que por fin pague mis deudas y ya tenga mi yugo propio.
Imaginate la bravosidad de una estampida de caballos en el lejano Oeste atrapada en unos cabellos del color de la negrura de una noche de cervezas y neones. Imaginate una sonrisa que no es ni faro ni ensenada rocosa, pero que te guía a algún sitio y que posiblemente te haga naufragar sin más. Imaginate unos ojos ¡Por Dios! La simpleza de sus ojos lo decía todo ¿Por qué crees que me tire al suelo apenas la vi buscando con la mirada? ¡Compadre! Si con la mirada ella me hubiese encontrado, hoy no estaría hablando aquí con usted… ni Dios sabría donde carajos hubiera terminado yo. ¡Ay, pero como me gustaría saber dónde estaría!
Solo esas tres cosas alcancé a notar en ella en el espasmo de tiempo que la vida me dio para verla.
Ahora pregúntese campeón… ¿Cuánto pasé ahí tirado como un muerto en el río, llevado por las corrientes frías a la desembocadura de un mar de incertidumbres?
No tengo ni idea ¡Jamás!
Sólo sé que un momento me paré, me sacudí, metí mis manos en mis bolsillos y sintiendo la aspereza de la tela me sentí el hombre más miserable del mundo por no tener ni el dinero para pagar mis deudas, ni por tener un papel con su nombre y su número de teléfono para localizarla. Sólo tenía la vacía desdicha apretada en mis dedos y retumbaba en mi pecho (este pecho que hoy está aquí al frente suyo tragando aire para contarle lo que me pasó) el ritmo de su fugaz impacto.
La verdad es que hoy me volví a estrellar y muy feo. ¿Por qué los encuentros con ella no pueden ser suaves? Si compadre yo se que la naturaleza del cosmos es reacciones a acciones y que eso equivale a su fuerza. ¿Pero será que soy tan fuerte, será que ella es tan fuerte? ¡No compadre no me haga reír! No soy un lastimero machista, mucho menos un débil feminista; usted sabe como soy yo, valoro las cosas por lo que demuestran ¡Más a la gente! ¿De qué hablábamos? Ah sí, que me la encontré; fue duro el golpe. Ojala me haya reconocido.
¡Ay compadre si no le he contado… se nos tocaron las manos! Fue un error pero pasó. Es un hecho que la toqué, como que Cristo padre santo murió en la cruz por nuestros pecados. Oiga, imaginese una piel de fuego, de la misma candela que lo hipnotiza cuando está cocinando para su familia; una piel que es tan suave como la lengua de un rojo tizón de carbón, tan suave como cuando se agarra agua del río de allá abajo, el que queda cerca a la estación de tren donde me la encontré esa fatídica y mágica primera vez.
Ole hermano, estoy lleno de deudas y pesares ¿no tenés que me ayudes con algo?
TÍTULO DEL CUENTO: Endeudado con la oportunidad
NOMBRE DEL AUTOR: Jose Ricardo Regalado Orozco
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