BRAILLE
Esta es una historia inusual que refleja de la manera más sencilla lo grande que puede llegar a ser el amor. La cuento yo porque desde niña siempre he sido la que mejor recuerda cada pequeño detalle; además recuerdo bien aquella noche como si hubiera sido ayer. Había caído en paz la tarde de aquel martes, sin imaginar que en la noche lo único claro y sensato sería la luna. Aquella noche turbia cuando se decretaba una nueva ley en todo el mundo.
Yo estaba acostada en el sofá de mi casa sin poder creer el absurdo que estaba pasando; pues se aprobaba la Ley de la Individualidad, donde las personas debían caminar de espaldas para no saludar al prójimo, nadie podía mirarse a los ojos por miedo al mal de ojo y mucho menos sonreír en la calle porque se contagiarían de caries. Pero el delito más grave y peor castigado era enamorarse. Estaba prohibido todo tipo de expresión amorosa: poemas, canciones, cartas o simples frases; pues según el Ministro de Economía cuando había problemas en el amor se gastaban millones de pesos en psicólogos para atender los casos de depresión.
Todos estuvieron de acuerdo, pensando que estaban demasiado ocupados para saludar en las calles o para cursis frases románticas y que la vida sería más sencilla si cada quien se preocupara solo de sus asuntos; todos menos dos jóvenes que estaban muy enamorados y quienes creían que era injusto tener que pagar por la amargura de otros. Lamentablemente la gente ya sabía que estaban muy enamorados y les habían advertido que debían separarse y que ante cualquier demostración de cariño serían castigados con todo el peso de la ley.
Al joven poeta poco le importaron las amenazas y trató de escribirle una carta a su amada, pero la gente enfurecida destruyó todos los árboles para que no tuviera lápiz ni papel. Intentó cantarle hermosas canciones pero el ruido de los carros y la civilización opacaron su voz; y finalmente intentó regalarle una flor pero le dijeron que hoy en día solo se vendían flores para los entierros. Sin embargo el joven enamorado no se rendía, estaba seguro de que la única manera de comunicarse con alguien no era Facebook y se le ocurrió una gran idea; empezó a escribir en Braille en todos los muros de la ciudad.
La gente asombrada y sin entender lo que escribía le preguntaban por qué hacía eso si ni siquiera su novia podría entender lo que escribía; pero él no respondía, de hecho no pronunciaba palabra alguna sino que se expresaba con un extraño lenguaje de señas. Todos pensaron que trataba de burlarse, así que lo llevaron a juicio por incumplir con la nueva ley, y se decidió que lo condenarían a la pena de muerte, acusado de estar enamorado y de divulgarlo públicamente burlándose de todos. Aun así le dieron la oportunidad de hablar en su defensa y él dijo: “Me declaro culpable de haber encadenado mi corazón al suyo, de entregar mi alma aunque sea por uno solo de sus besos y a estar dispuesto a morir por ello; pero no es cierto que lo hiciera por burlarme de ustedes, pues si escribí en Braille es porque desde que la vi por primera vez quedé ciego ante tanta belleza y si me expreso mediante señas es porque su amor es tan sublime que me ha dejado sin palabras”.
Desde entonces se cree que el amor es ciego y que no puede expresarse con simples palabras, solo con los fuertes impulsos que impone el corazón. Eso fue lo que mis manos leyeron de los muros de aquel lugar que desde niña me enseñó a ver el mundo sin más ojos que un bastón y que ahora me hace ver la vida con los verdaderos ojos, los del alma.
Autora:
Vanessa Zapata Figueroa
Manizales.
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