viernes, 4 de noviembre de 2011

UN VIEJO AMOR


UN VIEJO AMOR


“Un viejo amor, ni se deja ni se olvida”. Es el verso de una canción famosa que nos  cuenta sobre esos grandes amores juveniles que a pesar del tiempo y la distancia se recuerdan con nostalgia.
Este verso se parece a la historia de Adriana,  una joven hermosa, de cabellos claros largos, cara ovalada, enmarcada por unos ojos verdes. Su silueta  delgada y  senos nacientes, atraía las miradas de jóvenes y adultos. Contaba con trece años de edad, estaba en el esplendor de su vida. Estaba acompañada siempre de su madre, hermanos o Juana el ama de llaves y confidente.
Un domingo en misa de doce, David la vio por primera vez al pasar a comulgar. En ese momento quedó deslumbrado por su belleza. Adriana sintió la mirada. Con orgullo y altivez giró su cabeza, disimulando  el rubor que le producía el joven. La palidez y el brillo de los ojos negros de David llamaron su atención.
Desde ese instante,  Adriana  vivió en el corazón de David .El muchacho  decidió seguirla. A partir de ese día, todas las noches a las siete en punto; David  pasa por  el frente de la casa de Adriana. La primera noche observa desde el otro lado de la calle  para descubrir  su habitación. Juana, nota la presencia del muchacho.  Sale por la puerta de la cocina, haciendo un ademán para que se marche. David, con una rosa en la mano suplicó que  se la entregara a la señorita. Juana  se conmueve con el gesto del muchacho y recibe la rosa acompañada de una nota. Juana  entrega la rosa. Adriana sorprendida lee de corrido la nota  preguntando:
¿Quién ha mandado la rosa con esta nota?
-El joven que la miraba en la iglesia, respondió Juana.
Adriana recordó la palidez y los ojos negros de David. Se asomó de inmediato a la ventana. ¡Ahí estaba él! .La saluda con la mano enviándole un beso. Ella se turba, su corazón palpita fuertemente, se retira rápidamente de la ventana. Al cabo de unos días, con ayuda de Juana logra escabullirse  y  salir a su encuentro.
Esos encuentros eran cortos, de pocas palabras, corazones palpitantes, manos temblorosas y pequeños besos. De esa manera David y Adriana vivieron ese primer amor, el amor verdadero, el que nunca dice adiós.
Sin embargo, el romance no duró mucho tiempo, pues a los pocos meses David tuvo que marcharse al exterior, su padre era trasladado a otro país.
Fue muy difícil para ambos jóvenes tener que despedirse; sabían que su relación terminaría. La última noche no querían separarse, se abrazaban, se besaban con pasión y las lágrimas acompañaron  los besos.
En los primeros meses David le escribía a Adriana, y ella respondía juiciosamente. Después, David no volvió a escribir, por tanto, la distancia terminó con aquel primer  amor.
Pasaron los años. Adriana se convirtió en toda una mujer. Conoció a Sergio, se casaron y tuvieron tres hijos. Fue feliz a su lado por veinte años hasta que un terrible accidente  acabó con su vida.  Adriana quedó desolada, fue un golpe muy duro.  Sergio no era solo su esposo,  también su amigo, amante y padre de sus hijos. Su fuerza interior y familia le ayudaron a superar la pérdida.
Diez años después. Ella entró a una panadería. Todavía conservaba su belleza que atraía las miradas de los señores. Uno en especial, no dejaba de observarla parecía que le recordara a alguien. Cuando ella iba a salir del local él se acerca llamándola por su nombre. Ella sorprendida no le reconoció al principio. El muy emocionado. Le saluda con la mano presentándose:
-Soy David, el muchacho que te llevaba rosas cuando eras más joven.
-¡Por Dios! ¡Hace tanto tiempo! Éramos unos niños.
Se sentaron en una mesa e iniciaron una animada y larga conversación. Se contaron sus vidas .David, se había casado con una española y había tenido dos hijos. El matrimonio no funcionó, se había separado hacía más de veinte años. Desde entonces, se había dedicado a trabajar, viajar y compartir con sus hijos y nietos.
Acordaron una cita para almorzar al día siguiente. Adriana llegó a su casa emocionada y alegre. Volver a ver a David  hizo surgir sentimientos y recuerdos que estaban dormidos en la memoria y en el corazón.
De esa forma, Adriana y David se volvieron a  conocer. El amor renació en sus corazones otoñales. Adriana, se resiste en un principio a darse la oportunidad de volver a amar, pues es muy conservadora y pensar en no casarse por la iglesia le hace rechazar la propuesta de David de compartir lo que les resta de vida.
Los hijos de ambos están de acuerdo con este romance. Al ver la posición de Adriana, hablan con ella y la convencen para que acepte la propuesta de David. Ella al sentir el apoyo de los hijos de ambos y de su confesor,  accedió. Pasado un año deciden compartir su vida. Duraron juntos por casi quince años, hasta que una enfermedad apagó la vida de Adriana.


Ingeborg Cristina Behrentz
Cajicá.

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