viernes, 4 de noviembre de 2011

Nunca perdí la esperanza


Nunca perdí la esperanza

En 1973, en la ciudad de Popayán, cuando aun no existía el terminal de transportes, solo un parque en el cual se parqueaban los buses para transportar la gente .Ahí la conocí, ahí en una tarde soleada y con un viento sin igual, como presagiando que ese día seria diferente.
Su forma de mirar, de hablar, de decir las cosas, su calidez y amabilidad me conquistaron; me conquistaron sin saber el dolor que ese día iba causar en mi vida mas adelante…
Aun recuerdo esos hermosos tiempos en que en nuestra cuidad aun existía el ferrocarril, su escandaloso sonido y su inigualable hermosura propiciaban un ambiente cálido para el amor.
Carmen, que nombre mas lindo había escuchado alguna vez, después de tanto viajar en mi vida, después de tanto conocer y después de tanto vagar sin rumbo ella llego a mi vida.
¡Que gran idilio!, una bonita relación que después de unos meses dio fruto a una hermosa bebe, con ojos grandes y bonitos, una sonrisa inigualable y la hermosura que hasta ese día solo había encontrado en su madre.
Hasta ese día todo en mi vida fue felicidad,  alegría y todo fue un sueño, un sueño del que desgraciadamente debía despertar.
En toda historia de amor debe haber una parte oscura, una parte que impide encontrar la felicidad; y en este caso no fue la excepción.
Llegaron malos tiempos a mi vida, el desempleo y la escasez económica tocaron a mi puerta, en el mejor momento de mi vida, llegó la desgracia.

Que infortunio causo en nuestras vidas la situación económica, ya que conllevó a iniciar discusiones de parte de ambos, discusiones que mas temprano que tarde ocasionaron que nuestra bella historia de amor, tuviese que aterrizar de la manera más cruel en la cruda realidad.
 De esa situación no perdí yo, no perdió ella, no perdimos los dos; desafortunadamente la victima de todo esto fue nuestra hermosa bebe tan inteligente y cada día mas grande y fuerte.
Si supieras las cosas que pueden pasar en un futuro, probablemente harías lo posible para evitar que sucedieran las cosas malas, pero… no podemos.

Un día cualquiera salí muy entusiasmado a buscar trabajo, con la esperanza de que regresaría a casa con una gran noticia para mi familia. ¡Conseguí empleo!, ¡nuestros problemas se han solucionado!
Llegue a casa lo mas rápido que pude, pero no la encontré, ¿Dónde esta? y la niña ¿se enfermaría? Probablemente ella y la niña están en el medico pensé, no deben tardar en llegar… pero no llegaron, me senté en la cama a meditar y a pensar sobre que les sucedería, en ese momento encontré un papel sobre la mesa de noche, un papel que me decía la razón de su ausencia,”no volveré, mi hija y yo merecemos una mejor vida, quiero darle lo mejor a ella, lo mejor es que no vuelvas a buscarnos”.
Un frio helado paso por todo mi ser, ¡no es posible!, porque haría eso, si lo único que hice durante todo este tiempo fue quererla.
Gran tristeza paso por mi vida, por mi ser y por mi corazón.
Salí rápidamente a buscarla, no debe estar lejos asumí, pero no la encontré ese día, ni tampoco al día siguiente, ni tampoco después…
Paso el tiempo y la tristeza que sentía me consumía y todavía no la encontraba, pero a pesar de eso nunca perdí la esperanza…
Pasaron muchos años, muchos acontecimientos me permitieron recobrar parte de la felicidad robada por aquella situación, pero sabia que algún día seria completa mi felicidad.

Hace unos cuantos meses por casualidades del destino, sin saber que los tiempos cambian y que la tecnología cada día más acerca las personas, revisaba mi perfil en una red social, y que sorpresa me lleve.

Ahí la vi, después de veinte nueve años de ausencia, con la misma mirada con la que me veía cuando era solo una bebe, invitándome a ser su amiga como siempre quise que fuera; por fin recobre mi felicidad…. ¡es mi hija!¡es mi felicidad! ¡La encontré!.... y por fin supe que nunca perdí la esperanza
Autor: José Rafael Daza 

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