viernes, 4 de noviembre de 2011

Él había confesado todo


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Él había confesado todo, ella no lo esperaba y la carta llena de sentimiento la dejó sin palabras, su respuesta fue unánime, solo había amistad en su corazón para él. Por su parte el joven enamorado tomó la carta de respuesta y su corazón se llenó de un sabor agridulce al leer: Eres una persona muy especial, pero mi corazón está naufragando de amor por otro hombre.

Él joven enamorado atesoraba la fortuna de tener día a día a su amada en el trabajo, en el tiempo que llevaban juntos su cariño había crecido a tal punto que la sola presencia de la hermosa mujer de profundos ojos negros que dominaba sus pensamientos le llenaba la vida de una autentica felicidad, por eso en el momento de entregar su confesión estaba lleno de dudas sobre la reacción que ella tendría. En ese momento él no sabía si triunfaría o perdería todo, incluso la alegría de la presencia y amistad de su amada. A pesar de todo el joven aceptó su destino y conservó el cariño que en ella había para él.

Pasaron varios meses y la amistad entre ellos seguía su curso normal, aunque él aún la amaba jamás lo volvió a decir, se lo había prometido, aún así no cambió su actitud con ella y siempre la llenaba de detalles y la trataba con mucha ternura. Ella seguía con su corazón hecho jirones. Un día cualquiera cada uno estaba ocupado en sus asuntos, uno muy cerca del otro, el joven enamorado se levantó de su asiento, avanzó un par de pasos y se desplomó producto de un desmayo inexplicable, se golpeó la cabeza con un muro que no pudo contener su caída para luego aterrizar contra el suelo.  La joven al escuchar el estruendo salió corriendo para ver lo ocurrido y al llegar al cuerpo del joven pudo ver como la cabeza de su amigo se hundía en un mar de sangre.
Se originó una conmoción sin precedentes y todos los presentes se involucraron rápidamente en la tragedia y expresaron a viva voz su angustia, pero la joven amiga del eterno enamorado sintió un vacio demencial, su corazón se aceleró, sus ojos se inundaron de lagrimas y sintió que su alma se desplomaba, sin importar nada se arrodilló ante él y le brindó toda su ayuda quedando empapada en el rojo liquido vital.

Al abrir nuevamente sus ojos lo primero que vio el accidentado joven fue el techo de un lugar desconocido, al virar su cabeza a la derecha vio colgando muy cerca una bolsa de suero que se conectaba por medio del clásico y translucido tubo a su mano, después volvió su mirada al lado izquierdo y vio a una mujer que dormía incómodamente en una silla junto a la puerta, al no poder reconocerla intentó en vano buscar su rostro, después de rendirse con su acompañante observó detalladamente con la poca luz que le ofrecía el foco cada rincón de la habitación, con creciente preocupación buscó respuestas tocando su rostro sin reconocer nada, buscó más allá de la única ventana que había a su costado derecho, la oscuridad del exterior no le dio ninguna.
Sin una sola idea sobre que hacer el convaleciente joven permaneció la eternidad que duró la noche postrado en su cama con la mente en blanco, vivió a través de la ventana  el florecer  del nuevo día y aquel amanecer se le antojó como el primero en su vida. Estaba él tan inmerso en sus apreciaciones que no percibió a su acompañante acercarse, al sentir su presencia el joven se sobresaltó, su corazón se aceleró y su cuerpo comenzó levemente a temblar, ella le abrazó e incluso alcanzó a mojar su rostro con algunas lagrimas, al termino del abrazo él se quedó mirándola fijamente, aún se sentía extraño pero por mas que se esforzaba no lograba reconocerla, y solo atinó a preguntarle a viva voz si ella era su ángel guardián o su novia. Al comienzo ella creyó que todo se había resuelto y su amigo estaba de vuelta, pero pronto pudo ver en su mirada que algo andaba mal, al cabo de unas cuantas palabras evidenció que él no la recordaba. El dictamen médico fue claro, sin dudas los recuerdos ya no existían, aun así ella se sentía desconcertada al ver que su amigo le hablaba y la miraba de la misma forma que siempre lo había hecho.
La primera fase de recuperación del joven era integrarse de nuevo a su vida, pero él vivía solo y no tenía cerca ningún familiar que le auxiliara, su único apoyo era aquella mujer que había estado con él desde que despertó, ella lo guió a su casa, al trabajo, lo llevó por todas aquellas cosas que solía hacer  y se esforzó al máximo para buscar todos los espacios que pudiesen alimentar sus recuerdos, aún así el olvido imperaba en su mente. Lo único que dominaba su cuerpo y su espíritu era un sentimiento más fuerte que su voluntad y la tristeza de ver como la hermosa mujer que parecía su ángel guardián le mostraba incesantemente que eran solo amigos y él sin sus recuerdos solo podía llegar al mismo punto. La amaba.  
Al cabo de un tiempo de infructuosos intentos de re
cuperación apareció un hermano del joven para llevárselo, él joven amnésico como era lógico no pudo reconocerlo, lo único que pudo hacer después de muchas deliberaciones y a pesar de no desearlo fue abandonar a su ángel de la guarda. En el momento de la despedida el joven enamorado sentía un vacio enorme, incluso consideró que toda esperanza había perecido, así que se armó de valor para seguir su camino y dejar atrás a la mujer que amaba.

En el aeropuerto la despedida fue más traumática de lo esperado, el abrazo final se le antojó eterno al joven enamorado que no quería que ese momento terminara, después al ver a los ojos de su amada pudo ver en ellos un profundo vacio, ella por su parte sentía que algo en su fuero interno explotaba con más fuerza que el día del accidente, no lograba entender que sucedía, sus sentimientos y su razón estaban en plena batalla campal sin lograr dar una idea específica sobre lo que reinaba en sus pensamientos su corazón y todo su ser. Cuando el avión desapareció en la inmensidad del cielo azul la joven comprendió lo que dominaba su corazón. Amor.

NOMBRE: CARLOS JAIR MENDEZ  MARTINEZ
BOGOTA

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