viernes, 4 de noviembre de 2011

UN SUEÑO VUELTO TESORO DE VIDA


UN SUEÑO VUELTO TESORO DE VIDA

Esta es la historia de Yazmín, la madre de  Emmanuel contada por ella a su hijo desde su lecho de muerte:
“Durante todo mi existir fui una mujer soñadora, llena de alegría pero temerosa del poder de Dios; desde muy joven pensé que mi historia de amor debería ser bendecida en un altar arreglado con hermosos claveles blancos y que estaría ese día ataviada con un hermoso vestido blanco mirando de frente y con mucho amor al hombre que me acompañaría hasta el final de mis días, del que pediría un fruto de amor conformado por dos niños: el mayor un varoncito y la menor una niña.
Por eso,  y a pesar de que tuve muchos pretendientes  solo anhelé realizar mi sueño con uno: el que llegó a ser tu padre; quien con su caballerosidad, amabilidad, respeto y cariño empezó a conquistar mi corazón en cada una de las tardes universitarias en donde a la par con el cursar nuestros estudios,  compartíamos nuestros sueños futuristas en pro de un mejor porvenir.  Fue así como poco a poco se fue haciendo como parte de mi mundo, como parte de mi alma, a quien amé como nunca pude amar a hombre alguno.
Así, de poco en poco cautivó mi ser, mi alma y finalmente mi sueño tan anhelado se cumplió y una mañana del mes de marzo, salí de una iglesia asida a  su brazo y convertida en su esposa.  Esa, hijo mío fue la mas hermosa noche de amor que jamás viví y en esa noche azul poblado con destellantes  estrellas, en la cual   nos juramos eterno amor, fuiste tu concebido como fruto innegable de esa hermosa realidad que empezábamos a vivir juntos, porque tú  mi Emmanuel eres sangre de nuestra sangre, hijo de mi corazón.  Al cabo de nueve meses llegaste para engalanar nuestro hogar y llenarlo de vida y felicidad, nunca había sentido aquello que sentí al contemplarte recién nacido en brazos de tu padre, tu tan chico, y con esos rasgos tan idénticos a los de tu padre y el tan fuerte tomándote en sus brazos con tanto amor y temor a causarte daño por lo sensible y delicado que apreciaba en ti; para mí fue sublime ver lo grandioso de la naturaleza y la fuerza de nuestro creador plasmada en esa personita que eras tu  al nacer pequeño y frágil comparado con  la emosión tan grande que sentía en mi pecho, esa sensación indescriptible  al parir pasando en segundos del dolor a la felicidad de tener un ser de nuestra propia sangre y carne fruto del amor de dos seres.
Lastimosamente al transcurrir el primer aniversario de la realización de mi sueño sucedió lo inesperado: Tu padre falleció victima fatal de  una cruel y arrasadora enfermedad que lo  debilitó hasta  llevarlo a la tumba en menos de dos meses, tú solo contabas tres meses de vida al morir tu padre.
A partir de entonces debí continuar sola con la misión asignada a mí por Dios la cual ha sido  guiarte por el mejor camino y en compensación recibía de ti en tu infancia tus sonrisas, tus halagos, tus besos tiernos, palabras de aliento, y desde tu adolescencia tu mano segura y firme en la que me  apoyaba pues en mi se notaba el paso del tiempo empezando a verme  avejentada y débil,  y ahora. .  tus abnegados cuidados.
En este momento siento que ha llegado el momento de partir, pero me voy feliz a dar cuentas a Dios porque hice de ti un gran hombre, excelente esposo, padre amoroso y renombrado profesional; hoy te quedas con la familia que un día formaste, guarda todos los recuerdos que de mí tienes mi bien amado hijo, fruto de mi inconmesurable  amor.
Diciendo esto miró a su hijo, por cuyas mejillas corrían gruesas lagrimas y pudo apreciar también rodeando su cama de enferma a su nuera y sus nietos. Su hijo sostenía con firmeza y dulzura la mano de la madre moribunda, la esposa apoyaba su mano en la espalda de él  y dirigía a la suegra una mirada mezcla de ternura y dolor,  su nieto adolescente  tomaba la mano de la abuela que fallecía, su nieta resbalaba dulcemente sus dedos sobre los blancos cabellos de la anciana abuela mientras lloraba.
Finalmente, cerca de la puerta vestido de blanco pudo apreciar a su esposo muerto quien extendía su mano hacia ella y musitaba: Vamos es tarde y el ser supremo nos espera, cumpliste nuestra misión y debemos partir, ven, ven que siempre he estado a tu lado aunque no me hayas visto, amándote con ese mismo amor que has acallado en tu corazón desde que partí, ven amada mía es hora de partir.
La anciana miró a toda su familia por última vez y suavemente fue cerrando sus ojos quedando finalmente inmóvil.

 SANDRA LUCIA MANZANO
Popayán

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