viernes, 4 de noviembre de 2011

OSCARITO Y LAS HADAS DE LA ESCRITURA


OSCARITO Y  LAS HADAS DE LA ESCRITURA

Era el comienzo del año escolar y el Señor Tablero, presentó a la importante concurrencia de niños y niñas  de cinco  años, las  “Vocales, Hadas de la Escritura”, personajes  centrales del mundo de la escritura, la prosa y la poesía.  Pero uno de los pequeños,  se enojó muchísimo  y en su vocecita a media lengua y con sus manos en la cintura y espichando sus ojitos  le  dijo al señor Tablero:            -¡Nosotros no somos tontos¡    ¡Las vocales no son hadas, son letras!    ¡Y además  a mí, me caen muy gordas!- Y les sacó la lengua.  Y todos los chiquillos muy divertidos,  se  reían con picardía  sin saber por qué Oscarito decía esas cosas y veía Oscarito  también  al señor Tablero,  carcajearse  sin parar, celebrando su ocurrencia  y en  sus sacudidas saltaban los marcadores y el borrador y los niños  reían cada vez más fuerte. Entre tanto,  Las Hadas de la Escritura  sonrientes y amorosas, lo miraban con ternura,  y  también a este  grupo maravilloso de niños y niñas del grado de Transición. Pero Oscarito, se sentía mal y se encontraba muy triste y también lloró. -¡Oh, no, no no!  Amiguito.  ¿Por qué las lagrimitas? Estamos en un día lleno de hermoso sol y  sonrisas infantiles. ¡Nada es más bello que eso, Oscarito!-  Le dijo el señor Tablero atrayéndolo cariñosamente hacia él, mientras que las cinco Hadas, tomadas de sus manos y cubiertas de inmensa simpatía y belleza dejaban caer sobre el pequeño, algunas vocales diminutas  en forma de bombones y caramelos que despertaban la curiosidad del niño. El timbre sonó y los niños   se dispusieron a tomar su lonchera, acompañados de su profe  Sarita, un ser cálido y maternal. Oscarito  se encontraba con su lonchera  agachado sobre su pupitre y Sarita se acercó haciéndole cosquillas  y cuidadosamente le ayudaba a  destapar sus alimentos,  observándolo para descubrir qué lo tenía tan triste y le dijo: -¡Ummmm, qué rico está todo lo que la mamita te mandó! ¿Sabes mi amor?   ¿me contarías, qué te sucede?-     Y Oscarito le respondió entre sollozos:  -No quiero aprender a leer y a escribir, eso es  tonto y malo. Y Sarita le decía: - Pero tú  ya conoces  las letras y muchas palabras y tus cuadernos y tus escritos, son preciosos.- 
Y en ese  instante, la madre de Oscarito llegaba al colegio a hablar con su profe  y entre  lágrimas le comentó que su esposo había tenido hacía unos días un grave accidente y que no había podido ir a comentarle.   –Oh por Dios,  es por eso que Oscarito está tan desconsolado hoy.-   Dijo Sarita contándole  a la vez, que en esa mañana Oscarito le había manifestado que no quería volver a leer y a escribir.  - Si usted los viera-  Decía su madre.  -El amor de Oscarito y su padre es más grande que el mismo universo,  los dos juegan, hablan,  aman su momento de  leer y escribir juntos y el estado de su padre es muy grave y Oscarito no ha querido verlo, está destrozado y terriblemente triste además se siente culpable. Todos le hemos dicho que no es su culpa, por favor ayúdelo.- Y entre buenos deseos por la recuperación y acuerdos para ayudarlo, se despidieron  muy afligidas.
Pero las Hadas de La Escritura  tenían una misión en este día precisamente con Oscarito. Y aunque nadie más las veía, el entorno se sentía mágico y acogedor.  Y las Hadas juguetonas endulzaban con vocales el corazón de Oscarito. Sarita jugaba con los niños en el parque y buscaba la forma de hablar nuevamente  con Oscarito sin que se sintiera presionado hasta que quedaron nuevamente solos y Sarita le dijo: - Oscarito, no te preocupes más, tú padre se va a recuperar mi amor, pero necesita que tú lo ayudes. Y Oscarito respondió: -Cómo lo voy a ayudar si fue culpa mía, yo soy malo, fue mi culpa-  repetía una y otra vez. Sarita  lo tomó de la mano y empezó a caminar con él  debajo de los árboles llenos de  flores rosadas,  lilas y blancas,  y,  Oscarito decía: -Yo hice que mi papá me fuera a comprar unos lápices para escribir y dibujar, yo le insistí y mi papi se accidentó, es mi culpa ya no volveremos a leer los cuentos que tanto me gustan, ahora los odio  ¡y por eso no voy a aprender nada!-. Repetía entre sollozos. Entonces Sarita lo abrazó y detrás de ella,  estaban nuevamente las Hadas de la Escritura quienes sobre el prado le mostraban a Oscarito palabras tiernas con los pétalos que caían de los árboles y Oscarito las leía y como que se animaba: Con la A, amor, con la E, esperanza, con la I, imaginación, con la O, osito, con la U, universo. Y Sarita miraba en el  rostro de Oscarito cierto asombro e inocencia. Y Oscarito le preguntó: -¿crees que  fue mi culpa?  Sarita le respondió: -¡Por supuesto que no! Mira, en  la vida suceden  cosas que no comprendemos,  pero que al final nos dan muchas alegrías. Y de nuevo le preguntó Oscarito:             - ¿Tú crees en las Hadas?-    -Oh si Oscarito, qué sería del mundo, de los sueños e ilusiones, del amor, de los cuentos y la fantasía si ellas no existieran?-  Y le dijo Sarita con una sonrisa:  -Debes visitar a tu papito-  y lo animó  para que le expresara todo su amor  y que estaba segura que él se pondría muy feliz si lo veía  juicioso haciendo sus tareas y le sugirió que le llevara un regalo: -¡Qué tal una poesía y un lindo dibujo Oscarito!-  Y así,  con la ayuda de Sarita y la magia de las Hadas,  Oscarito le escribió a su padre una poesía de su corazón que decía: Papito: Te amo con la A, Te espero con la E, Te imagino con la I,  Te oigo con la O, y  con la U, unas Uvas dulcecitas comeremos con mamita, tú y yo. Y le dibujó un paisaje hermoso que  adornó con  pétalos  de los árboles y se lo mostró a su padre, besando su rostro y pidiéndole perdón. Tan pronto su padre lo vio, derramó mil lágrimas de alegría  y le respondió. -Me siento tan orgulloso de mi pequeño escritor, volveremos a leer y a escribir, solo quería que vinieras a escuchar cuánto te amo Oscarito-  Y de ahí en adelante todo volvió a ser alegría. Oscarito nunca más vio a las Hadas ni al señor Tablero hablar, pero en su alma y su memoria por siempre permanecieron,  en especial en el momento de leer y escribir lo cual hacía con devoción y mucho amor. Oscarito se convirtió en un magnífico escritor de la vida, la fantasía y el amor.  


BOGOTÁ
  Cristina Hernández Becerra  

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