viernes, 4 de noviembre de 2011

CITA A CIEGAS


CITA A CIEGAS

Brian estaba que bailaba en una pata.   Por fin, con miles esfuerzos, pudo comprarse un portátil, aunque de segunda.  Pero eso me importaba.  Ahora, podría bajar su música predilecta, chatear y estudiar a distancia, jugar con desconocidos lejanos en línea y por qué no, conseguir una novia virtual.

Con un programa especial se adentró en el mundo informático. Adquirió algunas destrezas que parecían sólo reservadas para los muchachos.   Abrió una cuenta de correo y se adhirió a la red social del momento.   Hizo amigos, entre ellos, una chica de su ciudad, llamada Estefanía.   Se escribían a menudo y chateaban todas las noches durante largo rato.   Cupido los flechó y los atrapó en un romance.   El amor digital duró varias semanas, pero Brian se cansó de las caritas felices y las tarjetas electrónicas y los besos virtuales y los te quiero lejanos.   Estaba enamorado de veras y sólo pensaba en las caricias reales y los besos cálidos de su amada.   Imaginaba su cabello sedoso, su piel suave y su perfume de mujer.

-Oye Estefanía y por qué no nos encontramos, tomamos una cervecita y nos conocemos mejor-propuso Brian ansioso.
-No sé, amor, es que no sé si podría- repuso ella, vacilante.
-Pero qué pasa, estás comprometida ó es que no me amas como dices? – insistía él.
-No sé, no es eso. Lo que pasa es que yo no soy perfecta y tengo cierto problema.
-Bueno, viéndolo bien yo también tengo mi detalle.   Conozcámonos  y veremos si somos capaces de aceptarnos como Dios no creó.
-Como quieras, amor, arriesguémonos.   Dime dónde y cuándo – remató ella.
Acordaron verse en la entrada principal del centro comercial PagueMenos, al otro día, luego de acordar un santo y seña para reconocerse.
Llegó el momento del ansiado encuentro.   Ambos llegaron con gafas oscuras y bastón.   A ella, incluso, le acompañaba un perro especial.

Brian se ubicó a un lado de la gran entrada y Estefanía al lado opuesto. Pasaron diez minutos y nada.   Quince… tampoco.   Veinte minutos y el otro no se arrimaba.  A la media hora, ambos, cansados de esperar, pensando que al otro no le agradaba su condición, se alejaron por lados opuestos, decepcionados, y no volvieron a comunicarse nunca más, nada de chat, nada de explicaciones.
FIN

Nombre:  Diego León Herrera Vanegas
Medellín



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