LOS SILENCIOS DEL AMOR..
“En esa madrugada Ignacio se vino a despedir de María.
El recuerdo del hermano menor, fue una constante en María. No hubo día en que ella no lo nombrara.
En verdad el amor llamó a las puertas del corazón de María y fue, como dicen “a primera vista”. Desde cuando sus padres se dieron cuenta que entre María quien apenas iba a cumplir los 14 años, y el recién llegado jefe de la oficina de telégrafos del pueblo, había algo más que una amistad, comenzaron a prohibirle las salidas a la misa, y a las retretas del parque en las noches de los domingos. Las restricciones se hicieron tan severas que hasta para ir al colegio la enviaban con una de las siete señoras que trabajaban en la casa.
La razón principal que daban sus padres para oponerse a esa relación era, la supuesta intención de Ignacio de aprovecharse de la excelente situación económica de la familia. Como si “le hubiese caído del cielo la oportunidad de arreglar su futuro”, según comentarios de los amigos. En verdad, los padres de María, eran dueños de casi todas las tierras que enmarcaban al pueblo y la ganadería era la fuente de sus ingresos. Además eran respetados en la comarca, no sólo por el dinero,, sino también por los diplomas de los cuales de enorgullecían, -testigos en las paredes de la sala-, de los colegios y universidades de la capital. Esta, era otra razón que daban los padres de María: porque casase en ese momento, era perder la oportunidad de seguir la tradición cultural de la familia. Es decir, en otras palabras, se quedaría “bruta”..
Ante esa actitud, Ignacio y María tomaron la decisión de casarse a escondidas, en el pueblo cercano, porque el párroco, se negó a tomar esa responsabilidad, por temor a la reacción de la familia, de quienes dependía su permanencia en el pueblo, donde estaba bien organizado. De todas maneras, por aquello, de la “lealtad” con los padres de María, más tardaron los jóvenes en salir de la sacristía, que la noticia se regara como pólvora.
Los padres enfurecidos, la amenazaron con desheredarla, lo cual fue como una inyección de rebeldía para María quien adelantó sus planes de matrimonio .Así fue como al día siguiente, en medio del silencio de la madrugada, se escapó hasta el puente donde Ignacio la esperaba y después de una larga caminata, sellaron su compromiso de acompañarse hasta cuando la muerte los separase.
Es increíble, pero desde ese momento, jamás, jamás, María tuvo noticias de los suyos. La comunicación con sus padres y hermanos quedó completamente rota. Hasta cuando, después de cincuenta años, un hecho -milagroso- sucedió.
Una de las hijas de María, al entrar a un consultorio de la Capital, sintió que su corazón le dio un vuelco ante la mirada de un señor. Cuando el médico llamó a Victor, al recuerdo de la hija le llega el nombre del hermano de su madre. La secretaria le cuenta que viene de un pueblo, --exactamente aquel donde nació su madre- .En ese momento ya está segura que se trata de su tío, el consentido de su madre. Las preguntas no se hicieron esperar y cuando Victor se dió cuenta que se había encontrado con el eslabón que lo llevaría a su amada hermana, dio rienda a su emoción. A los pocos días Victor viajó a la ciudad donde vivía María. --Dejo a la imaginación el reencuentro-. Cuando Victor regresó a la Capital, la enfermedad que padecía se le acentuó y a los pocos días murió. María. a pesar de este nuevo silencio, queda con su corazón pleno de amor.
Sí, María tuvo que ser llevada a la clínica cuando Ignacio agonizaba en casa. En esa madrugada, Ignacio en la ventana, reluciente, con un maletín en la mano le decía a María: “Ya me voy. Gracias por tus cincuenta y seis años de Amor. Gracias por compartir conmigo, los silencios del Amor”.
Autorizo la publicación virtual.
ADELA GUERRERO COLLAZOSCali
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