DESTINO

DESTINO

Mire a Margarita fijamente a los ojos y concluí: Las llamadas que le hice nunca fueron contestadas, tantas veces que la busqué y nunca la encontré, todas las preguntas  que morían en su boca cerrada, todas esas tardes que pasé embelesado desenredando su cabello entre mis dedos aparecían hoy en el libro de pérdidas. Entonces, fueron más cercanas todas las noches de ausencia y reconocí el nacimiento de mi ansiedad; ansiedad que despierta demonios en mi cabeza y que hacen que el instinto destructivo salga para querer acabar con ella, conmigo y los otros. Esta montaña rusa de sentimientos que creí no tuviese final, hoy dio la vuelta. Al fin la razón se poso en mi cabeza. -Masoquismo es esto! Esto no es amor!-. Me había olvidado de mí. Y escasa vez existía el milagro de tenerla cerca, como hoy tendida a mi lado para encerrar juntos las palabras en bolitas de cristal. Cuando nos conocimos yo me acerque a ella y creí enamorarme a primera vista aquella tarde de viernes, de esos ojos grandes cafés que se asemejaban a los míos en su color. Hoy sin embargo es distinto,  luego de dejarla en su casa mientras doblaba la esquina tiré lejos la cadenita de piedras amarillas que le regalaría para adornar su muñeca, pensé: - Tal vez se la encuentre alguien que se la merezca-. Dos semanas más tarde Margarita llamó a mi puerta. Ella aún creía ser indispensable para mí, conocía ese hilo de dependencia que me ataba a su cuerpo. Pero decidí alejarme de ella. Ya no me arrastraría hasta sus faldas pidiéndole no dejarme nunca, contrario a ello le entregué una bolsa con esas cosas que entre afanes siempre dejaba en mi casa. Ella no lo esperaba y cerré esa puerta. He caminado esta ciudad lo suficiente con la cual siento que cada plazoleta, cada árbol, cada mendigo en la calle ya hacen parte de mi mapa personal y ahora que lo pienso cada vez que recorría mis lugares, Emily como  una línea paralela también lo hacía. Parecía que encontrábamos el amor en otros ojos, otros labios, otro corazón. Queriendo soñar despiertos y con el anhelo de construir un sueño. Siempre en las calles como dos líneas paralelas. Ella y yo buscando el amor. Recorrimos los mismos lugares pero cuando yo llegaba al parque de donde observo las luces Emily ya no estaba. Cuando parecía esperar a alguien, nadie llegaba. Y quizá esperábamos al mismo tiempo, ella junto al árbol y yo junto a la fuente, por eso tal vez nunca nos encontramos antes. Cuando nos resignamos a no encontrar el amor y vivir con esos vacios existentes, como si fuese parte del destino por fin nos encontramos. Una tarde llegó hasta la fuente y me toco el hombro, llena de papeles me hacía señas que le ayudara con los libros para así poderse abrochar una cadenita de piedritas amarillas que alguna vez recogió del suelo pensando que ese era un día de suerte. Llego el amor sin ser llamado. Las tristezas cambiaron por alegrías. Porque sin quererlo me enamore de ella. Porque pude concluir que enamorarse es cerrar los ojos y sentir que estás ahí, porque con cada beso te vuelas de este mundo sin querer volver, porque ese universo de sensaciones hace que los parpados te pesen y no te dejen despertar. Enamorarse es que la piel se electrifique con cada caricia. Enamorarse es desnudar el alma con la mirada. Estar enamorado es dedicar una canción y asumir la locura de cantarla con pasión, con devoción, porque los pequeños detalles se hacen gigantes cuando se sabe querer. Enamorarse es no tener miedo es decir todo sin tapujos ni temores. Enamorarse no es de uno es de dos. Todo lo contrario a lo que sentía por Margarita.

Diego Mauricio Otero González

Cali

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