ALIANA
Después de un silencio, volvió a contemplar la imagen inaudita de un rostro escrito. Y con un ánimo que iba desde su mano hasta su más leve recuerdo, integró el esplendor de un plumazo en movimiento, a la emergente insaciable de su trazo silábico en expansión. Desde un recóndito deseo intentaba su proliferación; así nacía, con la fuerza de raíces milenarias, la mirada que revivía en la ejecución de la frase sobria que trazaba sin reparo una voz unida a un cuerpo, intentando ceñirle el espíritu espléndido dibujado en un amor temprano que se hizo perpetuo.
Algún día me dirás por qué me amas -me decía- y veré las palabras, y ya no tu sonrisa, tu respuesta infinita.
Nunca fue un amor incierto, -como todos lo llamaban- y es que abandonaba mis sentidos a ella, y en la última palabra con la cual despedía mi escritura por unas horas, dejaba su misterio, el de ella, como tinta inacabada descolgada en el silencio, suspendida en la próxima palabra de la noche siguiente, cuyo umbral era respirado por ella: soplo de vida que yo inhalaba performando mi espacio. Yo, que reanimaba mi espíritu furtivo, mecía entre mis manos su más vital esencialidad, tejida por los artificios de su voz que menguaba con la luna hasta llenar los espacios que mi mano y mi mente dejaban entre líneas estelares: yo quiero recorrer la dulce estepa, dejar de abandonar rumores sacros, quiero desentenderme del olvido, llenar con tu voz triste mis espacios... yo guardaré recuerdos estancados, abriré el viejo baúl de mis ancestros, cubriré de emoción tu misterio, viajaré sin pensar por los caminos... pasaje tras pasaje, Aliana. Aliana, de nuevo te me insertas sin pausa.
No quiero suprimir sus silencios, sólo percibo el delirio de tomar con mis ojos sus ritos, la articulación de sus ires y venires, de su búsqueda para encontrarme: porque en mí halló el vacío, sin ser más que más nada, sino ruido, con el que perturbar nunca quise, mi más tierno secreto ensombrecido. Aliana recorría mis sentidos. Insensato de mi me decía, al no resarcir sus dudas diarias, podría penetrar su súbita presencia hasta escapar, del llanto, del silencio, del rocío, de su cuerpo en suspiros.
Mi temor, me ha enseñado a tener miedo, tal vez mañana te lleves mis sueños con tu muerte sombría. No pido que no calles, sólo que no lo hagas mientras vivo. Tu partida inmortal no cabe en mis sienes, pero tus ojos reafirman mi instancia, y a su vez insisten en perpetrarme, penetran cada palabra que escribo y pronuncio.
Padezco, como un débil gorrión al que han roto sus alas. Mañana ya no te veré, solo me queda la ausencia, mañana ya no volverás por mí... es demasiado pronto para despedirme.
Nunca fue lejana su infancia para mi, después de un turbio sueño pude comprender con claridad mi gran amor por ella, y entonces dejé rondar por mi cabeza mil siluetas, como un desfile ininterrumpido, similar a ráfagas de fuego inacabado, indisoluble, el cual enardecía mi visión de ella, pretendiendo eternizar su compañía; era más que una ensoñación, más que un anhelo o un apasionamiento, era mi fuerza inusitada, mi propio corazón desbordándose, dejando innata en mi su presencia.
Aliana disolvió sus tiernos ojos en los míos, y arrancó de mi el sonido, fue su luz más que simple brillo, que salvó la incertidumbre de un vacío. Yo la quise y eso es poco, siempre habrá más que dar, y esto no es todo. Ella marcaba cada página con las notas entonadas de su voz, era como si su boca me dictase cada palabra y en mis dedos resonaba su latente corazón abrigando mi escritura, dando ritmo al sonido de mi pluma y el papel, portadores de enigmáticos secretos que custodian su esencia; mi vida toda, mi grial sagrado que destilaba la palabra precisa, delicada textura que formaba a su vez su ser infinito.
Después de ti mi voz ha de ensimismarse, porque mis palabras nacían de ti Aliana, y sólo iban hacia ti. Sólo tú has de salvar mi llanto de la soledad, tú has de disipar la melancólica palabra que he de pronunciar. Tú, mi divina Aliana, envolverás mi rostro con tu piel queriendo penetrar mis espacios, hasta ser piel de mi piel. Tu has de internarte en mi sobrio retrato abandonado que del tímido niño yo he guardado, para quedarme contigo, ahí, en la misma región del viejo portal, donde nos encontrábamos para no perder el tiempo con aquel juego de la mirada fija y el semblante serio, en el cual yo siempre perdía, porque reía al ver tu gracioso ceño plegado, el cual exagerabas cada vez más.
Déjame que te cuente esto, una y otra vez...
D é j a m e, ...n o s e a s l a ú l t i m a v e z.
Nombre del autor: ALBA LUCY CONTRERAS CASANOVA
POPAYAN
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