jueves, 3 de noviembre de 2011

LOS CAMINOS DE LOS SUEÑOS


LOS CAMINOS DE LOS SUEÑOS


Habían pasado siete meses desde aquella mañana gris cuando Pablo Nausa la  vio partir.
Todavía no lograba entender, por qué no armó barquitos de papel en su memoria para que viajara con él a otro lugar menos al lugar de los olvidos.  Era la media noche de aquel abril inolvidable cuando el tren partió a lejanas tierras. El corrió detrás pero una nube de polvo negro le cubrió los ojos. Gritó su nombre y hasta maldijo el mal momento.
A dónde ir si los recuerdos eran como fantasmas que lo asediaban día y noche?
Nunca pensó en la partida porque siempre creyó en los apegos, pero ella de eso a lo mejor nada tenia y hasta llegó a pensar que nunca lo había amado, que su amor era una farsa y que a lo mejor tenía otro amante.
Recordó a su madre que un día le dijo que el que se enamoraba perdía, que era como dormir con los pies llenos de barro sin agua para lavarlos. Entonces quiso abrir un hueco en la tierra con sus propias manos para enterrase vivo y allí encontrar la paz que tanto necesita. Pensó que allá en los silencios eternos de la muerte la encontraría y ella le daría la razón de su partida. Quiso tejer otros pensamientos antes de tomar la decisión, pero se sintió cansado y no vio caso creer que hubieran otros mejor de los que tenia. Miró al cielo y en ese momento vio una nube gris que venía en su dirección. Dentro de la nube vio un ave blanca que luchaba por salirse de ella. Quiso ayudarla pero sus brazos no le alcanzaron. El ave tenía en sus patas una carta, también en su pico una flor negra que se fue desperdigando en el centro de la nube. Empezó a gritar y a decirle que luchara, que no desistiera, que la vida tenía retos y que este era uno de ellos.
Me escuchas? Le gritó varias veces pero el ave ya no le respondió, Quiso pensar que era un sueño de esos que tenía cuando la soledad lo golpeaba, pero la realidad lo ubicó de nuevo cuando se acordó que tenia país y nombre, y que todavía sentía el frio de las cuatro paredes de su habitación pegada en sus huesos y en sus ojos cuando la pensaba.
Por qué has muerto? 
Se arrodilló y lloró su muerte, también maldijo la nube y el mal momento. Luego se tiró bocarriba sobre el pasto y vio la carta que se mantenía flotando en el aire. La siguió entre las enramadas de los árboles, entre el viento y la nube negra. Cuando la tuvo en sus manos sintió miedo, también sentimientos encontrados que lo jalaban a lugares oscuros que no conocía, pero que era evidente que tenían relación con la partida de su amada. Ahora ya no pensaba en enterrarse vivo, a lo mejor si lo haría si la carta no traía noticias que le ayudaran a soportar lo que tanto en la vida había odiado: la soledad. Se sentó sobre una piedra lisa y sin perder tiempo pensó que era el momento único de conocer la vedad. Miró a todos lados como evitando ser espiado, y con las manos temblorosas y llenas de emoción empezó a leer.
“Pablo, cuando era una niña soñé que un príncipe cantaba en la ventana; tenía los ojos brillantes y sus manos eran blancas como el algodón. Fui creciendo y el príncipe también. Ya no me visitaba los domingos sino toda la semana. Así que después de recibir la bendición de papá y mamá corría al cuarto y cerraba los ojos, y allí de nuevo en el sueño estaba el. Ahora ya sentía su perfume y el aliento de sus besos. Nos queríamos comer los labios porque siempre decíamos que tenían sabor a caramelo. Nos quedábamos mirando a los ojos por largo rato, y de allí salían caminos imaginarios que luego viajábamos desnudos mientras un ave blanca nos seguía. Cuando el ave desaprecia entonces el sueño terminaba. Un día el ave no volvió hasta hoy que regresó. El príncipe fue a la guerra y allí perdió la vida. Yo no volví a soñar a pesar que armé pensamientos imaginarios; fue como si me hubieran cortado esa parte de de mi y a cambio me hubieran puesto arena, barro o cal. Ayer me contaste que habías estado en la guerra y que habías matado a un príncipe. Te pregunté que si en el sueño o en la vida real y tú me dijiste que en el sueño. Te acuerdas?
Me dijiste que el príncipe tenía un castillo de colores y dentro globos de espumas que crecían como espigos de trigo. Allí a lo mejor nuestros sueños crearían más sueños para escaparnos del mundo bochornoso de la guerra y la miseria.
Por qué lo mataste si era el príncipe de mis sueños?
Todos tenemos sueños que contar, algunos se parecen a la realidad; otros son caminos imaginarios que se pierden en el momento mismo de soñar.
Dime, eres feliz si sueñas o no sueñas?
Que se siente matando príncipes y los sueños de quienes sueñan?
Arriba en el azul inmensidad hay globos y arco iris que esperan a los que sueñan, a los que en la tierra sienten el pavimento caliente por las bombas de la guerra.
Por qué no soñaste que el mundo tiene armarios sin llaves, donde al abrirlos encontramos mágicas personas que no le hacen daños a los sueños ni a la realidad tampoco?
A caso no te das cuenta que cuando soñamos nos liberamos de nosotros mismos y hasta nos creemos reyes o príncipes?
Ahora que estoy escribiendo esta carta para ti y el ave está en la ventana, no sé si estoy soñando o si es la realidad que se ha vuelto un sueño. Pablo guardó su carta sin mirar a ningún lado, y al no encontrar la respuesta esperada siguió cavando el hoyo; lo que nunca supo si esto era un sueño o era también la realidad hecha un sueño.

AUTOR:
Chevick Giraldo

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