viernes, 4 de noviembre de 2011


AMOR EN LA CALLE
Toda historia empieza así, había una vez…
Un hombre llamado Esteban, recolector de reciclables en la jungla de cemento, donde diariamente recorría los caminos de asfalto rebuscándose la vida. Era joven, pero no tonto, ganaba para comer y vivir dignamente.
Los vicios no iban con él, aunque sus compañeros de lucha fumaban sus ganancias intoxicando hasta sus almas. Era un hombre decente y aseado así que en muchos sitios siempre era bienvenido sin repudio.
Seleccionando un día entre un montón de basura comunal, vio entre papeles y plásticos el rostro de un ser humano, un hombre mayor que apenas respiraba. En su corazón que no conocía el desprecio, sintió el llamado de una buena acción. Ayudo a salir al viejo de esa podredumbre y lo subió a su carreta, llevándolo a su humilde casa, donde lo asistió en lo que pudo.
Estando allí, el rumor de la gente llevo la noticia en todas direcciones, su casa era objeto de las curiosas miradas y distintos murmullos de los vecinos, pero a su puerta también llego una extraña del sector, una joven mal trajeada y con presencia de ínfima pobreza, pero eso no lo noto Esteban.
El vio la dulzura en su rostro y la transparencia en su mirada, ella era la hija de aquel hombre que había socorrido. Se presento como Sandra y le agradeció por haber ayudado a su padre, y llorando le comento un poco de su vida. Había llegado con su familia desde un pueblo lejano y habitaron las calles por algún tiempo, ahora un rancho de plásticos era su aposento, la casa de Esteban era de madera, pero para ella era como un palacio.
El joven ayudo a llevar al anciano hasta su hogar y prometió ayudarlos en la medida de lo que él pudiera, así en los días siguientes el muchacho colaboraba a esta familia con comida y medicinas para el viejo.
Con el tiempo Sandra se dio cuenta que sentía por Esteban algo más que agradecimiento, y sospechaba que él sentía lo mismo. Cuando estaban juntos hablaban y reían, él le conto que termino en las calles después de sufrir un accidente que lo dejo casi paralitico, su familia le dio la espalda pero él se recupero solo, y la única secuela es un pie un poco lento que lo hace cojear, pero su caminar en la vida ha sido siempre firme.
Ella decido acompañarlo en su trabajo, para ayudar a su familia y para devolver las atenciones que ha tenido con ellos. Fueron días duros de trabajo, pero una tarde se sentaron en un parque con gaseosa y pan como merienda, y él la miro a los ojos y torpemente le confesó sus sentimientos ella sonrió y beso sus resquebrajados labios sellando así un contrato de eterno amor.
Aun se ven juntos recorriendo las calles, reciclando entre montañas de basura, en una afanada ciudad que no detalla esa unión, van sacando adelante la vida con el amor más puro que puede existir.



Jose Brólber Cubillos Castañeda
Ibague

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