UNA CAMISA DE DOCTOR
Camilo era un niño que padecía desde su muy temprana edad quebrantos de salud, casi siempre lo atacaban unos fuertes espasmos y dolores de barriga. Su madre, la de Camilo, lo llevaba con mucha frecuencia al médico para que le examinara la barriguita.
Mucho trabajo costaba llevar a Camilo al médico, no había plata, el dinero era muy difícil de ser conseguido, al menos, para la mamá de Camilo; ese niño no tenía papá, él vivía pero era como si estuviera muerto. Doña Rufina la progenitora de Camilo, se ponía muy triste porque a causa de la brega que la vida le brindaba y de los sufrimientos por el quejambre de su niño, los chavos que conseguía para darle de comer a sus otros tres hijos los gastaba en los pasajes para llegar a la Gran Ciudad, pagarle al médico y comprarle los medicamentos a Camilo. Cuando el dinero brillaba por su ausencia, había que embadurnarle la barriga a Camilo con cebolla y ajo machacado, porque esos fuertes dolores en el estómago al parecer eran provocados por parásitos que le hacían la vida muy tortuosa a ese muchachito que de sobremesa tenía una hernia umbilical.
¿De dónde era Camilo? Él nació y vivía en una vereda llamada El Alto Del Palo, pero, ¡ah palo que si recibió! ¿Quiere que le cuente un cuento? Cómo le parece que doña Rufina parió a Camilo en casa de una comadrona muy caritativa de nombre Ana Cruz, ella le dio posada a doña Rufina cuando la echaron de casa por tener a Camilo adentro, o sea en el vientre.
Camilo es del año upa, nació en el siglo XX por allá en el 65.Lo curioso del cuento que les estoy contando es que Camilo de tanto ir al médico se enamoró. Él no se enamoró de una enfermera, ni de las niñas que conoció en el hospital, se enamoró de la camisa del doctor. Camilo decía que cuando fuera grande se iba a comprar una camisa de doctor; en una ocasión él le dijo a su mamá que le comprara una camisa de doctor y ella le contestó: no tengo pà darte de comer, ni pà comprarte zapatos, ¿ te voy a comprar una camisa de doctor? ¿ no ves que eso cuesta un infierno de plata? ¿ no te has colocado a pensar que esa camisa tan bonita cuesta un dineral?, el niño le dijo: no se enoje mamita,
estese tranquila , ¿ oyó?, cuando yo sea grande me voy a comprar una camisa de doctor.
Camilo estaba creciendo obsesionado con la idea de tener una camisa de doctor. Él no tenía madrina pero si tenía “padrino” que a la vez era tío como una especie de tío-padrino; pobre Camilo su tío-padrino nunca lo participó ni de un bombón, lo llevaba como marrano en bicicleta, mejor dicho, lo llevaba mal. La inocencia de Camilo no le permitía olfatear eso. Cuando el tío-padrino que había llegado de visita con las manos vacías se iba, Camilo maliciosamente para no ser descubierto por doña Rufina salía corriendo a alcanzarlo y con llanto en su rostro le decía que le comprara una camisa de doctor, argumentaba que su mamá no tenía plata pà comprarla, el tío-padrino lo consolaba diciéndole: no llore mijo, cuando yo vuelva le traigo su camisa de doctor. El tío-padrino se iba y volvía y siempre se le olvidaba esa camisa de doctor. En una ocasión llegó de visita a la vereda el tio-padrino de Camilo, y cuando aquel se fue sus amiguitos lo estaban esperando muy ansiosos en la cancha de fútbol y al verlo acercarse con su cara llena de tristeza y melancolía, extremadamente cariacontecido, uno de ellos exclamó: ¿ ¡otra vez a tu padrino se le olvidó esa camisa de doctor!? Otro amiguito comentó: uno acá en El Alto Del Palo como que disfruta más de las naranjas, las guayabas, las guabas, los mangos y de los besos que no le ha dado a la niña que uno cree que va a ser su novia… que de las riquezas y promesas del padrino. Leimer Papando, otro niño amigo de Camilo, el mismo que una vez le dijera “solo pantalón” tenía un despiadado resfriado y en ese instante lo agarró una tremenda tos y aprovechó su situación adversa para arrojarle luces al asunto en discusión y dijo: uno a veces como que disfruta más del aaaachiii, el orgasmo de la gripa (estor nudo) que de los regalos que el padrino dice que va a dar, ¿ciertooo? todos rieron y con ellos hasta Camilo dejando a un lado su amargura también rió.
Lo cierto es que de parte del tío-padrino de Camilo, él nunca obtuvo esa camisa de doctor.
Camilo creció, se hizo hombre, se casó, su esposa le tuvo muchos hijos y también trabajó pero la plata nunca le alcanzó, para comprar esa camisa de doctor.
Un día no cualquiera, era un día especial, en una fecha especial…Camilo estaba de cumpleaños-ya lejos de su juventud- estaba listo para salir a hacer una diligencia personal; lucía un pantalón de diablo fuerte color azul, zapatos negros de charol y una camisa que no era una camisa de doctor. Ya se iba, tenía el maletín en la mano, cuando sorpresivamente entró una de sus dos hijas al cuarto y le dice: feliz cumpleaños papi y le entregó una bolsa. Él agradece el gesto y nerviosamente la destapa, al ver su contenido sus ojos se querían salir de orbita. De inmediato su mente empezó a divagar y viajó en el espacio y en el tiempo para trasladarse a sus días de niño con toda su carga emocional de dolor encima. Deseos frustrados, sueños fallidos, anhelos no cumplidos, todos esos recuerdos angustiosos del ayer, estaban frente a él, mientras levitaba. Tal como era de pequeño en ese entonces, se veía Camilo adulto frente a Camilo niño, por su mente pasaban escenas como si fueran unas fotografías, podía ver con claridad meridiana a sus doctores, a doña Rufina enojada por su incapacidad de no poder comprar esa camisa de doctor, a su tío-padrino y también estaban frente a él sus amiguitos burle teros en tertulia lastimera porque a sus manos no llegaba esa camisa lujosa, la camisa de doctor.
Cuando vuelve en sí, se da cuenta que la bolsa está en el suelo, el impacto emocional hizo que se le cayera de las manos, la recoge, se quita la camisa que lleva puesta y se coloca su guayabera, blanca-blanca como las más blanca nieve, como el blanco de las flores de lirio o como la blancura de las más bellas flores de azucena. De inmediato se ubica frente al espejo, se ve muy guapo, tan guapo como quiso verse hace más de cuarenta años…vive un momento agridulce, sus ojos están llenos de lágrimas y compungidamente se pone a llorar. Seca sus lágrimas y sale de la casa y se va luciendo su camisa de doctor.
¡Qué feliz coincidencia! Ese mismo día de cumpleaños, aquel señor que cuando era muchachito a Camilo en una discusión le gritara ¡solo pantalón! con su guayabera lo vio…se fue enseguida a abrazarlo y con voz quebrada le dijo: más vale tarde que nunca, por fin se cumplió tu sueño que también fue nuestro sueño, te ves muy guapo, muy elegante, disfruta tu camisa que tanto dolor te costó. Leimer Papando se despidió de Camilo y se fue muy entusiasmado y para sí mismo pensó: como acorrala el toro al torero en el burladero, de la misma manera la vida a Camilo acorraló, pero no importa, satisfechos estaremos todos, ahora que nuestro amigo del alma ya tiene su guayabera de cuatro bolsillos, con bordados muy bonitos, mejor dicho, su camisa de doctor.
“Hay cuentos que parecen historias, historias que parecen cuentos, todo depende de la intencionalidad del autor. Es menester del lector encontrar la esencia de lo que se quiere expresar. Quienes amamos el arte de escribir muchas veces seguimos fielmente los dictados del alma” Danilo.
Jhohana Reyes Mina
Docente
I.E. Jose Maria cordoba
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