viernes, 4 de noviembre de 2011

Encuentro de dos corazones


Encuentro de dos corazones

Carlos era un hombre único en su especie, un poeta que encontraba en parajes solitarios los frutos más ricos de su fantasía. Su mirada siempre estaba perdida en un punto fijo, parecía como si su pensamiento recorriera todo su cuerpo y le congelara los ojos.

Hasta aquella noche desconoció cual era su destino de amor, o quizá nunca supuso que esa mujer lo esperaba de aquella forma.

A veces solía decir:
Cómo será mi amada! cuándo la rosa de mis sueños irrumpirá en mi vida! cuándo seremos dos para emprender el vuelo de la vida! cuándo amor te encontraré para ser tan fuerte como el mar.

Sobre el Río de la Plata, que divide la República  Argentina  con la de Uruguay, en la ciudad de Colonia del  Sacramento, Carlos se encontraba de retiro poético.
Una noche  se  decidió a recorrer en solitario aquella vieja ciudad construida por portugueses levantada a orillas del río como un bastión del tiempo que fue.
Las campanas de la vieja iglesia dieron la medianoche, Carlos caminaba por la calle empedrada cuando por la esquina siguiente vio pasar fugazmente a quien el destino le había asignado caprichosamente.  Se decía:

-         Quién es ella!  Algo me ha invadido el corazón y no sé por qué razón, debo seguirla, conocerla, al menos ver que me dicen sus ojos.

La mujer se le perdió de vista, Carlos desesperado se dirigió al hotel principal pues tenía la firme sospecha de que la muchacha era extranjera, no supo bien porque, una corazonada se lo advertía. El conserje del hotel, lo miró poco menos que si fuera un loco, cómo podía pretender localizar a una mujer sin ningún dato que aportarle, apenas una somera descripción física era lo único que  podía dar.
Por la noche Carlos se dirigió a la esquina que ya nunca olvidará, y esperó pacientemente. Al instante, como si se tratara de una cita apareció la mujer. Venía con un vestido blanco, Carlos se sintió en un altar esperando por ella, no podía ser que su sueño se presentara de forma tan magnífica, debía luchar por él.

Luego de dominar su cuerpo a quien lo comenzó a invadir un temblor,  se acercó a la mujer y le dijo:
-         Hola! Te quiero confesar algo espero no importunarte.
-         No hay problema, dijo ella, qué sucede?
-         Resulta que ayer por la noche caminaba por aquí, buscaba inspiración para mis poesías y te he visto. Sé que te resultará extraño todo esto, pero quiero decirte que al verte he sentido como un viento en mi corazón algo extraordinario.
La mujer no pudo evitar sonreír, era extraña la situación y estaba un tanto nerviosa, pero pudo ver en los ojos de Carlos los suyos, era él.
Lo continuó mirando y dijo:
-         Sabes algo! Yo también soy poeta. He viajado mucho para conocer esta ciudad. Me habían dicho que aquí se respiraba la poesía pero ahora veo que es la poesía quien respira.
Carlos parecía desmayar, fueron a un café cercano y charlaron hasta el amanecer.
Ella le contó su vida, Se llamaba Carmen, había nacido también cerca de un río que separaba dos países, el Río Pamplonita que separa a Colombia y Venezuela. Carlos reía y recordaba la cara del gerente del hotel. Si bien había sido impulsivo al preguntar por alguien sin ofrecer datos, confiaba en su corazonada que le decía que era extranjera.

Ahora, diez años después, en el Pamplonita, Carlos toma sus mates como en el Río de la Plata, mientras su poeta y esposa peina la niña más pequeña
Datos del autor:

Nombre: Pricila Contreras Vergel
Cucuta.


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