Collar con piel
Era un pajarillo; pecho blanco, cuerpo amarillo y pico de cristal, su belleza se veía perfecta entre rosas violetas y el agua fresca de un manantial, los cristales flotaban por el aire cuando sacudía sus alas para volar, el pasto fresco también tuvo su encuentro cuando el pequeño inquieto le solía pisar, y un árbol inmenso se sintió preferido al ser el elegido para construir su hogar; un orificio en el centro, como un ombligo se veía el túnel hacia la tranquilidad. Alegre y juguetón se movía entre las flores de multicolores que adornaban la libertad, y con su canto retribuía su cariño como un pequeño niño que dice mamá, un silbido corto, suave y amoroso, soltaba en el reposo de su querido hogar, y mientras dormía, con una de sus alas cubría su pecho, al sentir en algún momento que su amor perfecto crecía sin afán, y su pequeño corazón se agitaba un poco más, pero el inesperado dolor aparece sin dejar la opción de darle un ultimo suspiro a la felicidad, un tornado como un loco endemoniado destrozó la tranquilidad, los colores de las frutas frescas se desintegraron en la piel de la tierra, y las flores sintieron el maltrato cuando en un impacto salieron sus pétalos para caer, los arboles de tallo grueso juntaron sus ramas para en un abrazo poderse sostener, pero los arboles delgados y pequeños no pudieron contar con la misma fe, y al atardecer el bosque quedó en silencio mientras el amarillo confundido sale de su agujero para ver lo que no acepta perder, sus ojos aguados intentaba encontrar vida en pedazos de un ayer, con sus alas acariciaba las ramas que se iban adormeciendo, con su pico cubría con tierra algunos pétalos negros, y con su canto soltaba su ironía mientras el llanto le escurría tocando su piel, debajo de plumas blancas y doradas se notaba su dolor; garganta agitada, mirada sin fe, belleza apagada, collar sin piel. El pequeño cantor buscó un ultimo auxilio en su creador y soltó un fuerte silbido queriendo llamar su atención, más cuando oscureció, la tristeza lo invadió por completo al sentir la frustración de no poder aparecer lo que en un momento fue perfecto, en su garganta sentía una lanza que le impedía buscar alimento, y se arrinconó entre hojas secas esperando que la muerte abrazara su cuerpo, sin embargo sus alas doradas aunque estuviesen olvidadas, seguían viviendo, el viento que había sido su amigo de aventuras se negó a la locura de verle padecer, fue por eso que el dorado fue empujado lejos del ayer, cuerpo que flotaba de un lugar a otro tratando de encontrar ayuda en sus ojos, entre ciscos y el viento se escuchaba su lamento y hasta el firmamento su eco traspasó, y voló entre noches y mañanas esperando que la nada juntara un suave olor, observó el hielo del invierno apoderándose de un armadillo muerto que de un tronco se deslizó, conoció el escalofrío del desprecio cuando por ser necio con una nube tropezó, y acarició la magia de los sueños cuando un suave viento su vuelo levantó; pisó una verde pradera y la primavera lo acarició una vez más, juntando los colores del arcoíris para crearle mariposas quienes alegres y amorosas tocaron el arpa de la libertad, las rosas mostraban su belleza en el brillo de sus pétalos, juventud perfecta para un perfecto sueño, las abejas gustosas y complacientes le compartieron el polen de la inspiración, y tras un suspiro soltó una lagrima bendita que jamás tocó tierra, pues mientras caía la vida acarició. Luego de volar y soñar, algo cansado y con su pico ya plateado el pequeño cantor se postró sobre un inmenso girasol el cual se había negado a morir esperando bendición, la bella flor con sus pétalos acobijó al ave suavemente para sentir juntos un ultimo atardecer, y mientras el brillo moría la eternidad lo acarició; aparecieron colores nuevos en un abrigo del cielo y en un ultimo suspiro el pequeño tomó: la libertad del jazmín, la frescura de las margaritas, la pasión de las rosas y la juventud del agua bendita. Un instante después su pico se desplomó sobre las semillas de girasol transmitiendo su soplo de vida, siguiendo su destino; morir en simetría. Debajo de plumas blancas y doradas reposaba la satisfacción: garganta calmada, mirada con fe, belleza plasmada; collar con piel.
Poco tiempo después nace nueva vida, tras un surco de girasoles… brota un manantial de agua cristalina, resplandecen diversas flores, con un suave tun, tun, de pequeños corazones en miles de aves golondrinas, y creció la fe, tallos gruesos por montones que respiran hacia arriba.
Popayán
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