miércoles, 2 de noviembre de 2011

REGRESO ESCARLATA


REGRESO ESCARLATA
Los desniveles del camino hacían saltar  la silla rodante, la cabeza de Tiberio chocaba con su pecho, sus ojos permanecían fijos en el piso, el dedo anular de su mano derecha  rozaba con caucho del circulo rodante,   produciéndole un molesto ardor sin embargo lo soportaba por evitar el cansancio que le provocaba hablar, cuando entraron al instituto, sangrientas gotas  mancharon la esmaltada cerámica del piso, una enfermera de movimientos robóticos limpió las rojas manchas, puso  una venda en el dedo de Tiberio y le indico a Arnia la ubicación de la sala de espera  para fumadores, sonriente la mujer envuelta en un apretado vestido rojo acaricio  al  anciano en la cabeza y agradeció la amabilidad de la enfermera a quien siguió atentamente con la mirada mientras esta arrastraba la silla por el pasillo hasta perderse tras unas puertas.
El procedimiento consistía primero en las extirpación de órganos deteriorados conservando  la funciones vitales del envejecido hombre   mediante aparatos electrónicos,  seguidamente el cuerpo era sumergido en una sustancia viscosa compuesta por  millones  microorganismos sintéticos de alta ingeniería nanobiotica  armonizados  con los rasgos genéticos del paciente capaces rehabilitar, regenerar y reconstituir cualquier célula viviente. Tiberio permanecería tres horas siete minutos en el tanque,  luego el proceso habría terminado. Sin contenerse emitió un grito lleno de espanto, quiso  retroceder, no haber llegado a ese momento, entregarse al descanso de la muerte  sin embargo era tarde,  ya estaba conectado a la maquina, su alarido solo fue un mugido  ahogado en una mascarilla respiratoria desechable.
En la sala de espera para fumadores solo estaba Arnia sentada a sus anchas ocupando dos banquetas,  con sus codos apoyados en las rodillas, dejaba fluir el humo dentro de su cuerpo con naturalidad, el hombre se asusto al entrar y ver tan singular escena, quedo anonadado al ver esa bella mujer exponiendo todas sus formas apenas disfrazadas  escarlata, sus hombros quedaban descubiertos, la tela finalizaba antes de las rodillas, la torpeza del macho lo domino, ella no se inmuto aunque  sus ojos se posaron en él unos segundos,  al instante  regresaron al humo. Donde  se sentó podía verle la ropa interior, el negro encaje le agitaba el corazón, ella solo se movía para chupar el  cigarro, al cabo de una hora y tres cajetillas, se decidió a hablarle:
_ acompaño a un amigo
Arnia sonrío amablemente, no dijo nada
_ Tu que haces?
_Espero
La respuesta desconcertó al hombre. Pasaron  veinte minutos antes de pronunciar otra palabra, tratando de distraer su atención  de la ropa interior de la mujer puso la mirada en el cigarrillo, no había notado que se acabara desde su entrada, en efecto a pesar del ritmo de fumar el largo del tabaquillo no disminuía,  al fin pudo decir con temblorosa voz:
_ ¿es uno de esos cigarrillos eléctricos?
- No
 _ ¿y donde compro uno de esos?
_ no los venden
_ (el hombre ganado en confianza)  Donde los consigo
_ Con migo. Por primera vez en casi dos horas cambio de posición, se apoyo en el respaldo de la silla abriendo sus brazos exponiendo la belleza infinita que acaricia con destellos a los poetas, su  compañero de espera   dijo tartamudeando sudoroso:
_ ¿Cómo?
Arnia se rió  estruendosamente disfrutaba al máximo de la palabra, musitaba entre sus carcajadas _ como_ como, se burlaba del hombre cada vez mas asustado, al fin paró la burla, poso una mirada penetrante en el rostro pálido del tipo y bajó el vestido descubriendo su seno,  tan fluida como quien se desviste solitaria en la intimidad, se acariciaba inocentemente el pezón mientras   su cara adoptaba amable gesto. El hombre se   acerco lentamente, con cada acercamiento Arnia.  El afortunado macho se acerco lentamente,  unos centímetros antes  de tocarla se detuvo, la mujer  en ese momento  se apretó el pezón haciendo pinza  su pulgar y su índice, un blancuzco liquido broto;  la voz robótica de otra enfermera anuncio a la señora que ya podía recoger el paciente. Arnia se lamió  los dedos sin dejar de sonreír, apago el eterno cigarro con la humedad de sus labios, cubrió su pecho  y se puso enfrente del hombre, le dio dos palmadas en la cara diciéndole en total alegría:
_ despierta hombre,  despierta.
Con dos rápidos movimiéntos fraccionados  la enfermera puso a Tiberio  en brazos de Arnia, todo había salido bien, el pequeño  rezongaba entre los brazos femeninos revolcando las rojas telas, con inigualable ternura la mujer descubrió se pecho y amamanto al niño recibiendo al mismo tiempo un cochecito blanco que arrastro con una sola mano,  devuelta por el desnivelado camino.
Andes moreno Ramírez 

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