miércoles, 2 de noviembre de 2011

¿Me quieres?


¿Me quieres?

            « ¿Me quieres?». «Te quiero». « ¿Cuánto?, ¿cómo?» « ¿Cómo?… No lo sé, no alcanzo a elucidarlo… ¿Cuánto?… No lo columbro, sólo sé que te quiero más que ayer y de seguro menos que mañana». » ¿Hasta el cielo?». «Más allá». « ¿Hasta Marte?». «Hasta amarte». « ¿Hasta amarme?, ¿eso dijiste?». «Eso dije». «Sonó como si no me amaras todavía». «Tú sabes que yo…». «Yo sé que tú no sientes, que tú no dices nada». «Te he dicho en todos los tonos de la escala musical, en do sostenido y en sol mayor, incluso hasta rayar en el cansancio, que te quiero». «Porque yo lo pregunto».
            «Da igual». «No, igual no da, no es lo mismo sumergirse que darse un chapuzón. Igual ya estás cansado». «Cansado de muchas cosas que tú, en tu tozudez, no ves y que te tornan patética e inaguantable». « ¿De cuáles cosas?, si es que puedo enterarme». « ¡Para qué!… Tú sólo escuchas lo que te conviene, o manipulas los hechos, o armas telenovelas fofas en donde la protagonista llorona y humillada siempre es la misma, tú y sólo tú». «Anda, termina de acusar, termina de desenvainar tu cimitarra».
            «No quiero iniciar hostilidades, no quiero enredarme en una reyerta conyugal». « ¡Qué tal si lo quisieras!». «¿Qué insinúas?»... «No insinúo un comino. Digo con todos los puntos sobre las íes que tú comienzas a graznar con cuajo y desparpajo las consabidas fórmulas de los inconformes cobardes, a pensar que es menester escupir macanas, acusar al contrario, decirle que esto y que lo otro, que patatín, que patatán. Tomas aliento, te llenas los pulmones de aire para enfriarme la sopa pero al cabo no sueltas prenda, te quedas callado en la mitad del soplo».
            «A qué enredarme en discusiones bizantinas». «Cobarde, perillán». «Si lo soy, ¿por qué sigues prosternada a mi vera, demandando mi amor, armando camorra y reivindicando sensiblerías mariconas?». «Porque me niego rotundamente a aceptar que alguna vez pude albergar en mi alma un sentimiento noble por un cadáver insepulto, por un zombi impasible guarro y desangelado como tú». «No gastes cacumen buscando una respuesta a dicho sortilegio. Jamás, ni ayer ni hoy, ni conmigo ni con los tres langarutos que me precedieron en tu catre fullero albergaste el más mínimo sentimiento, noble o rastrero, efímero o perdurable. Haces el paripé alardeando de fastos que no vistes, haces bochinche con el protervo y único  fin de llamar la atención».
            «Tu atención que, con todo lo cínica y zahareña sigue motivándome a seguir adelante». « ¿En pos de Marte?». «En pos de amarte más y más, así piense tu madre que se me corrió la teja». «No saques a bailar a mi mamá en este bolero pringoso». « ¡Estaré para bailes!». «Que estés o que no estés, ése no es mi problema». «Tu problema es escurrir el bulto entre bromas y veras, encerrarte a cal y canto en tus tinieblas abisales mientras el halo de nuestra relación bulle como una gusanera».
            «Bulle tu cantaleta pejiguera merced a cada tormenta que urdes, preparas y cocinas». « ¡Menuda barragana que te tocó en suerte!». «¡En hora mala!». «Lo dicho, para ti soy la quintaesencia de lo demoníaco». «La sexta». « ¿Tienes algo más que agregar?».
            «Que a veces me gustan tus pucheros, que a veces me fascinan tus melindres y repulgos, que bebo los aires por ti». «Te creo, cómo no voy a creerte después de dejarme en boca de todo el mundo con gran lujo de ditirambos». «Despreocúpate, loca. En Marte no entienden nuestro idioma». «Picotero, barbián».
            «Cuando una mujer bella ríe, la bolsa de alguien llora». «De la mujer y el dinero, no te burles caballero». «Como si no supiera que nuestros devaneos sentimentales siempre terminan entre risas y chirigotas». « ¿Cuándo crecerás?». «Cuando las ranas echen plumas». « ¿Y mientras tanto me querrás?». «Más cada día». « ¿Hasta el cielo?». «Más allá». « ¿Hasta Marte?». «Hasta Plutón, para no comenzar de nuevo esta morralla».
José Aristóbulo Ramírez Barrero

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