jueves, 3 de noviembre de 2011

Luna de Otoño


Luna de Otoño

Me suplicó y  rogó hasta quebrar en llanto, “¡No me mates!  Mi secreto te hará el hombre más feliz de la eternidad, por favor, tan sólo escúchame”. Era una dura decisión, su sola presencia me incomodaba, es decir ¿con que derecho llega a mis dominios a hurtar mi comida? Aunque estaba impresionado por su valentía, no muchos de su clase se atreven a hablar para salvar su vida. Decidí darle la oportunidad al infeliz insecto, aun a costa de mi paciencia he de reconocer que en la mañana a todos les gustará escuchar como aniquilé cruelmente al susodicho; inclusive con su pánico ante mi presencia, parecía que él presentía su fin, aunque con el mismo valor que me suplicó se fue calmándose por el susto. Allí después de agradecerme por la oportunidad hasta saturarme de adulaciones, comenzó a relatar.
– En los inicios de los hombres– relató el infeliz–  cuando apenas ellos aprendieron a besar, se dice que la madre tierra se sintió orgullosa del amor que brotaba entre sus hijos humanos, así que decidió de manera inesperada que nacería una hija como ninguna otra, con tanta belleza que iluminaría todo a su alrededor, dicen que es tan bella que ni la muerte puede tocarla.  Tal regalo llegó a ser tan sublime que ninguno fue capaz de compartirlo, la madre tierra ingenuamente creyó que el amor desbordado de sus hijos no traería la avaricia que hasta ahora es característica nata de la especie. Todos intentaron atraparla a la fuerza, ella no tenía otra opción más que huir, y se ocultó en una montaña muy alta, nadie sabe cómo llegó puesto que ninguno de los hombres, ni con el impulso de su desenfrenada pasión, logró escalarla.
Intentaron por todos los medios, manipulando bestias de carga, construyendo máquinas sofisticadas, y aun así la montaña era indomable. En su desesperación acudieron a extraños hombres de tierras lejanas en el oriente, decían ser “magos” que podían dar el don de volar, y así lo hicieron, con la aprobación de todos pusieron la magia a trabajar, construyeron alas y con polvo mágico y fuego, todos los hombres fueron impulsados por el aire, volaron hasta llegar a la bella mujer. La ataron, la bajaron y la encerraron en una prisión de piedra, redonda, blanca e impenetrable por aquellos que no sabían la combinación.
Las noches de aquella época eran oscuras, sentarse alrededor de la piedra que iluminaba por la belleza de tal mujer era ambrosía etérea y perfecta, suculenta hasta el punto de querer acaparar tal placer divino. Algunos muy contados  hicieron pactos  con los magos,  todo era válido tan solo para poseer esa belleza,  y conjurando fuerzas oscuras elevaron la prisión hasta el cielo, allí donde nadie podría alcanzarla, donde jugarían a ser dioses creando otro mundo con tal poder. Al paso de los años nadie recordaba a la dulce mujer, aunque todos la veían, y aun hoy la pueden ver, hoy le llaman “Luna”.

– Haber si entiendo– respondí intrigado– ¿Me estás diciendo que la luna es una prisión donde tienen atrapada a la mujer más bella de la creación?
– Si, aunque no me creas –Afirmó sin basilar– dicen que la belleza de esa mujer es tal que es capaz de dar vida a su alrededor, o eso dicen porque nadie volvió a ver a los magos ni a los pocos hombres que viajaron en la prisión. Se rumorea que siguen vivos, que el tiempo no existe allá arriba, por ende nadie envejece, nadie muere. Con el paso de los soles algunos han accedido a las entrañas del astro, haciendo pactos con los dueños para utilizar ese poder; convirtiéndola en un lugar donde controlan y vigilan a toda la humanidad, y si no me crees entonces dime ¿Por qué todos miran hacia el cielo en las noches cuando sus esperanzas se acaban? ¿Por qué al mirar a la luna sienten que todos sus problemas se acaban, que hay esperanza? ¿Por qué idolatran tanto a la luna? Pero esta fuera de su alcance, de cualquier alcance, y la luna lo sabe, la bella mujer lo sabe, y también sabe hacer pactos.
– ¿A qué te refieres? – pregunté interesado.
– La luna también conoce algo de magia– contestó al mejor estilo de un buen vendedor- se rumorea que cuando sus carceleros se distraen, ella habla con su madre, la madre tierra, pero no le pide libertad, le pide encontrar un humano que valga la pena, que aun sienta amor, y su madre aceptó dichosa su petición, con un elaborado pacto con los arboles acordaron que la luna en un momento del año escondería un beso entre las hojas de los frondosos sabios que perderían todo su follaje para que el regalo lunar buscara su dueño, a cambio los árboles se rejuvenecerían porque al perder hojas, nacerían nuevas hojas. Es por eso que las hojas caen en otoño –En ese momento te hizo un largo minuto de silencio, el infeliz logró acaparar toda mi atención – y dicen que aquel que logré encontrar el beso oculto entre las hojas de otoño podrá rescatar a la luna y tenerla para siempre. La mujer más deseada de la historia está a un beso de distancia.
Diciendo esto último el sucio insecto se escabulló, tardé en reaccionar, y ese tiempo, ese precioso y corto segundo fue suficiente para que la cucaracha escapara del azote de mi zapato. Me quedé inmóvil en medio de mi cuarto, pensativo ante la serie de eventos, “¿Una cucaracha me acaba de hablar y me cuenta acerca de un beso de la luna oculto en las hojas?” pensaba intrigado e inquietado, o el insecto fue muy creativo para salvar su vida o estaba muy desesperada para salvarse y relató el mayor secreto jamás contado.
Salí al balcón a admirar aquel astro inquietante, aquel que antes ignoraba por mi superflua vida. Aun sorprendido por la inusual criatura que me contó la historia, decidí hacerle una súplica a la bola luminosa en el cielo.
–Si tú realmente eres quien dicen que eres, demuéstramelo y devuélveme la fe que perdí al crecer– Justo al terminar, parecía que nada sucedería, apenas empezé a devolverme a mi casa, el viento azotó con furia a los árboles, sus hojas rodearon todo el lugar en un bello baile nocturno que de no ser por la cadena de eventos de ese momento no habría admirado. Una a una las hojas caían en todos los lugares mientras un incrédulo joven presentía la mayor aventura de su vida, y así fue, cuando una de estos seres peciolados se acerca suavemente a su boca, en el leve contacto cierra los ojos y su cuerpo es trasportado a un lugar donde cada abrazo construye un bosque en su espalda, donde cada caricia forma pentagramas que rodean sus extremidades en sinfonías y bailes, donde ese único e irreal beso lo une ante aquella bella mujer en un gigantesco pincel con el cual crean el lienzo más hermoso jamás admirado. Abro los ojos anonadado por la psicodélica experiencia, yo aún estoy en mi balcón, la luna sigue arriba, de algún modo, separados por millones de kilómetros, nos hemos besado, y eso lo sé porque toda la naturaleza me observa, como si yo fuera el elegido para rescatar a su hermana prisionera en el cielo.


Nombre: Javier Felipe Posada Tobón

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