AMOR IMPOSIBLE
El joven edecán alcanzó a emitir un gesto de gracia. ¡Ella es! Susurró entre sí, mientras la vio pasar a lo lejos en un hermoso vestido rojo que ceñido a su cuerpo le hizo notar una silueta encantadora que cualquier hombre hubiese encontrado irresistible. Él, que inmóvil escudaba el portento presidencial, no dudó en saltarse los códigos de solemnidad, y con un leve disimulo empezó a quitarse sus frágiles guantes blancos en su firme decisión de caminar rumbo a ella, en medio de una soledad escalofriante. Pensó que desde algún lado alguien le vigilaba, tal vez algún pajarillo o alguna hoja desprendida por el viento de alguno de los arboles sombríos que decoraban el panorama, pero en ese momento solo le interesaba creer que estaba solo con su amada. El viento era fuerte y la neblina a esas horas de la noche endurecía su mirada, hasta el punto que cualquier sutil movimiento sería una señal de alarma. Pero ella había aparecido de nuevo y él no deseaba perder otro fragmento de siglo en su rígida posición, inmóvil como un cruel soldadito de plomo puesto para lucir una entrada más que para salvaguardarla. Él, sintió que había soñado por siempre con ella. Nunca antes la había visto, pero verla esa noche le había despertado el amor más tierno y vigoroso de la humanidad. Ya se había resignado a vivir una vejez sola y desamparada, pero ella había alcanzado a remover todos sus pensamientos en ese instante. Así que cuando él desnudó su espada y empezó a caminar tras de ella, inhaló aire para que su aliento lo hiciera sentirse inmenso, respiró profundamente y cayó. Cayó fulminado si tan siquiera haberse permitido un beso.
El edecán murió con una sonrisa en sus labios y agradecido con la vida porque sus ojos vieron el amor de su vida. La eterna mujer que como un buen artista había logrado dibujar en sus sueños.
FIN
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