miércoles, 2 de noviembre de 2011

Lentamente…


Lentamente…

Todos gritaban y yo no escuchaba nada, sentado en aquel frío sofá de la sala de espera, alcanzaba a ver sus pies llenos de sangre. No lo podía creer, todo pasaba tan lento y  rápido a la vez. El electro shock fue el último intento por retenerla, pero ella no quiso volver, la luz del túnel, la alcanzó. El medico se me acerco y sin poder pronunciar  ni una sola palabra me lo dijo todo. Ese momento fue  cuando pude comprender  que la había perdido.
 Recuerdo, la sorprendí fumando esa maldita hierba. Por primera vez la vi. Desde ese momento no pude dejar de hacerlo. ¿Que haces fuera de la fiesta? Me preguntó._  deberías estar con tus amigos_ no tengo amigos,  le respondí.
Sus labios rosados y su cabello ensortijado combinaban con su apariencia de mujer rebelde. Tenía la habilidad para hacer que el tiempo descansara en sus ojos. Hablamos durante horas, pero fue en el buffet cuando me dio todas las razones para el amor.
La luna era su pasión, le escribía versos en un cuaderno, que a veces leía. Pasábamos horas escuchando rock en el patio de su casa, siempre había  excusa para verla. Pero todo terminaba cuando su padre llegaba. Si hubiese podido detener el tiempo. Si se hubiese muerto él y no  ella.
Nunca le dije a mamá que salía con ella, no lo entendería; pero  era el refugio a mi solitaria vida. La que decidí vivir en mi etapa de adolescente.  Hoy adolezco más que nunca. La necesito.
 Mi segundo primer beso fue de sus labios, el día que tocaba su banda favorita aquella canción sobre la luna. Fue todo perfecto, tibio  y suave.  Los golpes de su exnovio fuero la excusa para salir corriendo hasta el callejón donde bebí su amor hasta embriagarme.
Le gustaba caminar el filo de la azotea, donde  me explicaba su forma de ver la vida. Decía extendiendo sus brazos, que todos los seres humanos somos ángeles que venimos a la tierra a ganar nuestras alas. Se  gano las suyas. Yo reía pero en el fondo le creía. Le creo. Todo lo que decía  ahora tiene sentido.
 Corrimos tanto aquel día  cuando  olvide la billetera. Fue idea suya,  mientras corríamos, el miedo fue convirtiéndose en risa, tomé su mano con tanta fuerza, como si tuviese miedo a perderla. Esa misma noche nos fumamos el amor.
Delgada y frágil, sus manos siempre frías, tenia días de incomprensiva, y otros en el que trataba de comprenderlo todo, toda verso, en lo profundo de sus labios, en lo tibio de su aliento, oda a lo marchito, canción a lo fresco. Como Neruda pudiese escribir todo sobre ella  esta noche. Quise tenerla para siempre, quise tenerla en una vida cuadro a cuadro.
Su risa todo lo invadía sin prejuicios. Me gustaba verla acostada en mi pecho cansada de tanto reír porque todo terminaba en un beso. Despacio cierro los ojos pero no esta, quisiera que todo fuese un sueño, quisiera estar soñando que escribo  esta  historia y buscar otra excusa para verla de nuevo, verla reír o temblar de miedo, verla abrir sus brazos al viento.
Nuestro amor fue creciendo libre, nada importaba más que estar juntos durante horas sin aburrirnos el uno del otro, nos necesitábamos en simbiosis, podíamos conectarnos con solo tocar nuestras manos y comprender el lenguaje propio de nuestra piel. Éramos uno.
¡Soy igual a mi madre! decía mostrando la foto, se aferraba a ella y en un suspiro profundo exhalaba el dolor de no haberla conocido. Yo cambiaba el tema por no verla triste, aunque  convenía conseguir su abrazo, verla  tan frágil sin esa coraza de rebeldía salvaje e inocente. Quería protegerla y sentirme protegido.
Su tatuaje en mi hombro fue la prueba más grande de amor por ella, era tan profundo que tinturo mi corazón, ella misma lo diseño con una sonrisa. Ese mismo día decidimos escapar con un morral y unos cuantos pesos, éramos capaces de hacerlo todo, arroparnos con el cielo viajar por el mundo, alimentarnos exclusivamente de besos, dejarlo todo y vivir sin reglas absurdas. Pero un acontecimiento inesperado se robo nuestro sueño…
 …Lo que paso esa  mañana, quisiera poder borrarlo de mi mente. Como siempre espere frente a su casa que su padre saliera, pero no lo hizo,  algo andaba mal. Pase horas esperando verla, pero ella no salía, fue la primera noche sin besarla, no pude dormir, no he podido volverlo hacer.
   No pudo decirme que se iba, tal vez ella tampoco lo sabia. Me sorprendió ver sus maletas en el carro, quise detenerla para preguntarle porque se llevaba mi vida sin permiso. Pero su padre nunca hablo ni la dejo hacerlo. Apropósito dejo caer su cuaderno. Como despidiéndose a un viaje sin regreso.
Su padre, de él no vale la pena hablar, cumplió su promesa de llevársela lejos pero se le fue la mano. Todo lo hacia  en secreto, ¿Cuál era el misterio? No le se aun. Pero huyó llevándose lo ajeno. Decidí alcanzarlo en mi auto,  fue tarde, solo pude verlos  rodar por la colina, solo pude sacarlos de la chatarra, no supe quien me ayudo quizá  fueron los ángeles que ella tanto mencionaba.
No me dijo nada en ese instante, solo detuvo de nuevo el tiempo en sus ojos. Ahora creo que no se despidió porque sabía que la encontraría en las noches. Sabia que no la olvidaría pues no me enseño a hacerlo. Siempre tan segura, siempre tan valiente, fuerte, verso, toda  verso.
Se fumó mi vida sin permiso, yo me fumo su recuerdo. Reconozco que se siente bien no recordarla, no imaginar mi vida a su lado, pero ya no puedo. La luna, la lluvia y su cuaderno conspiran contra mí, un tiro de gracia es  su ausencia. Ayer busque a su padre excusa perfecta para entrar al patio donde muchas veces la ame.
Hoy mi vida corre a prisa en el día, pero en la noche cuando aparece la luna transcurre lentamente….

ARIEL MARQUEZ

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