EL INICIO
Como buenos dioses, los que se reunieron esa tarde, se complacían en el goce perpetuo de disfrutar su libre albedrío y gozaban de las virtudes del néctar almacenado en típicas ánforas de barro, que los extasiaba y animaba a actuar no muy cabalmente. En medio de tanto compartir se propusieron crear un sentimiento que fuera vivificante y los representara eternamente. Dijo el primero: deseo que sea intenso y volcánico. Turbulento y pasional dijo otro. Y así cada uno hizo su aporte: que sea tempestuoso y alegre; lujurioso y sensual, delirante y dócil; puro e infinito; furtivo y dulce; entrañable y misterioso; que tenga la intensidad de los colores del fuego, la fuerza purificadora del agua, la suave brisa o la voz huracanada del viento y que sea terrenal -dijeron los últimos dioses-, cuando por fin, en algún momento todos acabaron de opinar.
Lo construyeron con sus infinitas cualidades, pero no quedaron satisfechos. Se dieron cuenta de algo grave, esa creación, no tenía la más mínima forma, no tenía vida, no tenía nombre.
Acudieron entonces con su invento, donde el mayor de los dioses -que era el más creativo- y el que hacía de todo y de quien aseguraban pobló la tierra en seis días. Lo encontraron en una labor artesanal: mezclando agua y tierra. Cuando este terminó, le dijeron:
-Maestro. Tenemos esta que consideramos nuestra mayor creación, pero nos quedo inconclusa. Ayúdanos a mejorarla. Queremos verla vivir.
-El mayor la observó. Analizó sus virtudes, bondades y desperfectos. Luego de reflexionar el viejo manifestó:
Por lo pronto sólo les puedo decir: Llámenlo Amor. Pero para que sea vital, debe estar interno en un lugar. Dejádmelo. Con un compromiso. Debéis saber y respetar, que una sea vez guardado -no se podrá recuperar- pero paradójicamente el existirá, se multiplicará y vivirá por siempre, con las cualidades por ustedes dadas.
Los visitantes aceptaron y acordaron su próxima cita, dejando al viejo en su taller trabajando.
Pasados los días, cuando los dioses regresaron encontraron al mayor con un júbilo increíble. Les mostró dos piezas de barro con figura humana que dormían apaciblemente. Les explicó que había moldeado sus figuras de barro y antes de secarlas al sol, les había introducido en su interior, el sentimiento llamado amor que ellos habían creado; le dio su toque personal y que así estos habían tomado vida y prodigaban amor a todo ser viviente, y que eran únicos y universales.
La creación fue fascinante. El gozo fue común. Desearon que estos pudieran darse por miles, pues realmente eran los únicos que podrían vivir con tan preciado bien. Que se multipliquen estos y el amor dijeron.
Pero sucedió que antes de separarse los dioses le preguntaron al viejo: ¿maestro, cómo lo hizo? Y el viejo Dios rió. Y rió bastante. Qué sucede, preguntó. Desde cuando los dioses se cuentan sus virtudes?. Sólo vívanlo. Y todos rieron. Salieron satisfechos y felices, pues de todos es sabido, que la forma como se guardó el amor en el interior de los hombres, es el secreto mejor guardado por Dios.
AUTOR:
PEDRO JULIAN INFANTE MONTERO.
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