DETRÁS DE LA VENTANA
Desde la oscura ventana sus ojos astrales, divisaban el horizonte azul esperando la llegada del Príncipe de pies alados, que la llevaría al mundo distante, cuyo sonido apenas percibía mucho después la montaña.
Sus labios florecidos de besos rojos lo recibieron con una sonrisa brillante aquella mañana de primavera y su mano semi inerte quiso retenerlo junto a su obligada quietud…detrás de la ventana.
El la amo más que las radiantes mujeres que conociera hasta ese día; más allá de sus piernas inertes y su mano blanca que presas del extraño mal solo percibían la inercia.
Ella lo amo con toda la pasión de su larga espera detrás de la ventana. Lo amo con ternura mientras recorría su piel con besos que tenían sabor a durazno, lo amo con dolor de ausencia cada final de la tarde después de haber recorrido calles que el saltaba haciendo eros con el trono rodante que se disfrazaba su quietud haciéndola la móvil como mariposa.
Se amaron infantiles y llenos de ilusiones blancas en las noches del parque de la Ciudad histórica cuando las estrellas le danzaban a la luna vestida de novia y el reloj de la torre se negaba a marcar la hora del adiós.
Pequeña y frágil así era ella con una risa abundante que tenía el sonido de campañas navideñas, con ojos profundos queriendo atrapar el universo con una sola mirada, el apuesto y callado caminante de mundos inverosímiles.
Pero inevitablemente su amor condenado a la distancia, que ella no podía abarcar porque su trono rodante se quedo atrapado entre la multitud que llevaba la inminencia de una desgracia ancestral.
Esa tarde de invierno el gigantesco avión, pájaro plateado venido del norte se lo llevó al otro lado del mundo donde los sueños se diluyen y el amor no existe.
Y hoy al sur del planeta junto al reloj las horas pasan mientras mira el horizonte vendiendo sueños a la orilla del silencio.
Autora:
María Irma Campo.
Popayán
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