miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cubierto de flores


Cubierto de flores


     Fue a punto de presentar el trabajo final del primer semestre. Me dijo que le hacía falta algo a sus dibujos, y que se los ayudara a terminar. Los miré; me pareció que necesitaban contraste. Le pregunté:
―¿Qué tal unas partes más oscuras?
―Haz lo que te parezca― dijo.
    Comencé a poner unas rayas gruesas en el fondo. Las formas fueron tomando relieve.
―¡Cómo se ve de profundo!― se asombró.
   Yo seguí con los otros dibujos. Eran unos cuatro o cinco. Un trabajo difícil, pero rápido. Me sentí feliz.

    Se los mostré y sonrió: ―Ahora se ven muy bien. ¿Te hace falta mucho con los tuyos?
―No, ya los terminé. ¿Por qué?
―Porque quiero invitarte a que nos demos un paseo por la loma de Aristizábal, donde nos llevaron los profes el otro día. Entregamos y seguimos para allá. ¿Qué tal?
          ―Bueno― le dije. Estábamos en yines; nos podíamos enmalezar.

    Fuimos subiendo despacio. Hacía sol fuerte todavía. Casi no hablábamos. Alcanzamos el lugar donde habíamos estado dibujando hacía unas semanas. No había nadie. Estaba lleno de gualandayes. Los árboles ya estaban desnudos, y aún se veía el suelo cubierto de flores. Y a través de los troncos, la ciudad.
   
    No recuerdo qué conversamos. Tal vez de por qué habíamos escogido artes gráficas. Quizá un poco de cómo había sido la decisión, con quiénes la discutimos, no sé. En cierto momento le pregunté:
          ―¿Puedo recostarme sobre ti?
    Dijo:
―Sí, claro.
    Luego, cuando comenzó la luz de los arreboles, nos esperamos todavía un poco. Era un espectáculo, pero no podíamos quedarnos ya mucho. Teníamos que bajar.
   El descenso fue aún más lento ― más silencioso. Ya casi llegando, tropecé al llegar al canal. Me sostuvo.
          ―Papeles cambiados― dijo.
 
    Al semestre siguiente no volvió.

autor: 

Rodrigo Escobar Holguín 

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