viernes, 4 de noviembre de 2011

DONDE MARÍA LECHE


DONDE MARÍA LECHE

 Dominga tiene lo suyo y ella lo sabe: muchos años, poco dinero y suficiente energía, capaz de penetrar a las personas hasta romperles el corazón e iluminar el espacio más oscuro.  Dominga ama la vida, o la vida la ama a ella y su oficio es vivirla; su profesión: ser feliz. Dominga es muy pequeña de tamaño corporal, parece etérea, pero es grande para la poesía, su pasión.

Dolores es su amiga y le hace honor a su nombre, pues su vida es un mar de dolores. En su juventud, como lo diría el poeta Julio Flórez, fue la “mujer más bella entre las bellas” y aún hoy lo sigue siendo; ella tiene por profesión sufrir y su oficio es pintar su tristeza en acuarelas y oleos en el lienzo de su vida. No en vano, es una de las pintoras más reconocidas entre los Paisajistas capitalinos.

Dominga y Dolores, comparten alegrías y silencios amasando los recuerdos de su existencia, especialmente, aquellos  de  los amores soñados, equivocados, engañados, victimizados y los de ahora, los de la edad inconfesable, los de la experiencia, mmmm como si  fuera posible amar con experiencia para no sufrir los engaños, reveses y demás inconvenientes del arte amatorio;  eso es tarea imposible... ellas aman cual adolescentes, se entregan a soñar sin reserva, saben el riesgo, pero lo corren ; es preferible esto, a no vivirlo; a su edad , todo es ganancia; estas vivencias son su único patrimonio .
Esta noche espesa, las espera el destino, para celebrar un pacto. Ellas no lo saben, pero hoy ambas perderán…  Se encuentran en la Plaza del Chorro de Quevedo, lugar donde se fundó la capital hace 474 años y juntas asistirán a un recital muy especial, en la Casa de Poesía Silva. Su amor por el arte y las letras  ha permitido mantener viva esa amistad de tantos años. No es un recital cualquiera, es el sueño de muchos poetas estar allí, deambular por los corredores de la vieja construcción, a la par de los fantasmas de los suicidas que la habitan, tan cerca de los cerros de Monserrate y Guadalupe.

Pero allí no lee poemas  cualquiera; hay que tener mucho mérito o mucha “palanca“  para poder sentarse en ese trono. A Dominga, no se sabe cuál de las dos suertes  la acompaña esta noche, pero leerá sus mejores versos del poemario “Del Olvido al Amor”  y otros de “Pulpemas”, un invento de cuatro poetas desesperanzados, que se reúnen los sábados, para desperdiciar tardes escribiendo versos en una creación colectiva, para compartirlos con los amantes de la locura.
 Dominga va a colapsar de alegría. Compartir sus versos en este altar, es un milagro que le hizo San Ariosto, un poeta amigo, joven promesa de la literatura. Dominga y Dolores no están solas, las  acompaña el clon del poeta Jorge Luis Borges; lo tiene todo, esos ojos azules profundos, su mirar, su caminar y especialmente, su capacidad literaria; él no escribe pero corrige, lee, aporta y
su  dedicación total al estudio del poeta argentino, hacen de él una compañía ideal.

Jorge la ama  incondicionalmente y ella no le corresponde; ha sufrido bastante como para aliarse otra vez en las inguandias del amor; Jorge lo sabe, mientras ella se  repite constantemente con sus argumentos, pero no con su actitud; él  es la compañía perfecta para  compartir palabra, vino y esa soledad lacerante que hiere mortalmente sus noches ;sólo hay un problema ,a la piel de Dominga no le gustan sus demostraciones de amor, ni siquiera soporta las del cariño con que  él, en su afán por demostrar amor, le prodiga.

El recital comienza y los versos rondan por los corredores de la Casa de Poesía Silva; el runrún de cristal en la voz de los poetas que leen, atraviesa los huesos de Dominga. Es su turno ahora, su voz ronca, cadenciosa, sensual y el erotismo de sus versos, provocan  los aplausos de los asistentes. Dolores aplaude, Jorge filma y Ariosto se siente orgulloso de haberla presentado aquella inolvidable noche del 27 de octubre.
Más tarde van a celebrar  el éxito, la amistad, la vida y el amor… para esto, no pueden pensar en otro sitio mejor que ese viejo café “Donde María Leche”. Allí todo es sedosamente mágico; los intelectuales trenzados en duelos poéticos, la música que envuelve las paredes del  sitio y del alma en los sentimientos de cada cual enardecido. Por especial atención del mesero, amigo de Dominga, tienen una mesa estratégica. Al lado,  tres mujeres con aspecto extranjero, brindan por los recién llegados. La noche descalza, trae una melodía  envuelta en un tango: Blancas Margaritas, el predilecto de Dolores y Luis, su compañero del alma. Han roto estos, a causa de las continuas infidelidades de él, acabando de paso con la ilusión de ella quien ha tomado una decisión radical:¡¡¡ no más Luis!!!. Este la busca desesperadamente, le  envía rosas y margaritas blancas a montones, serenatas, invitaciones y hasta tres intentos de suicidio prometidos, pero nada la convence, prefiere el dolor de la soledad a la amargura de soportar otro engaño. Lo ama, cree verlo en todas partes, brindan con ella por su tristeza, brindan porque si y por qué  no y la botella se va vaciando entre canciones y copas. Los brazos se entrecruzan  y Jorge conversa muy cerca a Dolores  en el idioma del arte; ellos saben de esto; la música no permite escucharse mutuamente  y no quieren perder el hilo de sus temas. Ariosto, mira a las  gringas , pero se acerca amorosamente a  Dominga, por quien siente una extraña atracción, pese a la gran diferencia de edades; el está en los 33 y ella llegando a los 50

 De pronto, por ese portón estrecho  lleno de siglos, ingresan dos hombres, casi a empujones; hay mucha gente entrando y saliendo del lugar y…. no podemos creerlo! Uno de ellos es Luis; lo acompaña un sujeto extraño, muy largo, de rostro oculto bajo un gran sombrero negro al igual que su gabán; las dos amigas los ven al tiempo, y Luis busca con sus ojos de Otelo y encuentra lo que quiere ver  a su casta Dolores, pero aparentemente en brazos de otro; su amiga se alegra que así sea; Jorge y Ariosto no entienden nada. Luis se acerca a la mesa, presenta a su amigo Edmundo, quien parecía una sombra a punto de disolverse y este hace un gesto de saludo lúgubre. Mientras tanto, Luis levanta a Dolores de la silla y Dominga se abraza a Ariosto y claro, este aprovecha la oportunidad y le clava un beso…Jorge ve esto, e iracundo y mas celoso que Luis rescata a Dolores del mostrador donde Luis le  increpaba a gritos su traición. Suena el pasodoble   “Manizales del alma” y Jorge, el bailarín más reconocido,  toma a Dolores por la cintura y la envuelve en la melodía Española, libándose los aplausos de todo el auditorio que quedó en silencio viendo la escena  que se perfilaba. Al borde de las doce, termina la pieza musical, Luis espera impaciente a Dolores, Ariosto tranquiliza a Dominga, Edmundo como ave de mal agüero, mira…solo mira. Jorge entrega a Dolores a su supuesto rival y ve a la mujer por la que  daría la vida, consolándose en los brazos de Ariosto,  enloquece de celos y decide marcharse para siempre de la vida de ella .Tira unos pesos sobre la mesa para colaborar con la cuenta y sale precipitadamente. Edmundo se percata del maletín que éste ha dejado en la silla y sale a buscarlo. Su dueño, ciego de ira intenta  regresar, pero al atravesar la calle, un vehículo que viene a toda velocidad por la estrecha  vía lo atropella. Hay gritos, los amigos salen, Edmundo se va evaporando entre la niebla espesa…
Dominga se cree culpable de su muerte y entra en un silencio sin lágrimas, silencio repleto de auto reproches, que hasta hoy la acompaña. Ariosto, por lo que a él corresponde, desapareció del panorama de las amigas. Hoy es un escritor reconocido en la capital que se dedica a escribir sobre la muerte.
Luis y Dolores reinician una relación donde hay muchas sombras; nunca él ha dado una explicación convincente sobre el desconocido que presentó esa noche como su amigo Edmundo, ese  que parecía del otro mundo.

Así, hoy Luis y Dolores visitan todos los fines de semana  el cafecito para encontrar una respuesta, buscando a Edmundo, pues parece que Luis se lo encontró a la entrada del Bar y lo presentó como amigo, solo para sentirse acompañado de alguien que se mostraba solidario con él. Ellos están juntos pero no pueden ser felices pues Dolores no le puede creer…

Ah…Dominga sufre de extraña enfermedad que no se ha diagnosticado. Para los más allegados es una especie de vudú; ella piensa que fue una maldición que en aquella noche descalza le impuso esa sombra.

No es que el cafecito “Donde María Leche”, situado en un rincón de la parte más antigua de la ciudad, sea malo, sino que tiene mala fama, porque allí ocurren cosas muy extrañas. Su nombre deja mucho que desear y es maliciosamente interpretado por las mentes mojigatas de la capital.


MARÍA DEL SOCORRO JARAMILLO GÓMEZ.
Piedecuesta

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