DE AMORES, SAXOS Y SIRENAS
Al oír las primeras voces escapé del sueño, no quise caer en esa melodiosa red. En mi mundo sonaba algo igualmente fascinante, una música capaz de hipnotizar y silenciar a esas sirenas, el saxofón de John Coltrane.
-¡El frío se combate con frío!- eso afirma mi sabia esposa Amelia. Según ella, la música del saxo es la única defensa contra esa otra música superior, el canto de las fantásticas hechiceras.
Soñar con seres mitad mujer, mitad pez, es algo que me pasa casi a diario. Poco sueño con entes terrestres, a veces con perros que me atacan. ¡Esos anuncian tropiezos!, dice mi joven mujer, una hermosa negra que me ama, me protege y me cela.
Amelia es profesora de español en la primaria y pasa las tardes en el malecón escuchando jazz y devorando libros. Ella dice –lo dicen sus celos de recién casada- que según las leyendas celtas y germánicas, las sirenas son espantosos monstruos acuáticos…
Las sirenas mías son amables, les gusta alegrar mis sueños de navegante con música de estas tierras.
-Sólo Orfeo contaba con una lira sabia- me leía Amelia hace unos días-, con un saxo las cosas para los antiguos marinos habrían sido a otro precio…
Que quede claro, la última frase la entona con voz temblorosa y soñadora, la conozco y no me engaña, es puro invento de ella.
También me cuenta que ellos enloquecían al oír a las sirenas y lanzaban sus naves contra los arrecifes. Según ella, los cantos de las sirenas de mis sueños amenazan con lanzarnos contra una realidad hecha de bajezas:
Si ellas salieran un día de los sueños, los hombres como tú las capturarían. Las llevarían a los circos, usarían sus hermosas figuras para enriquecerse y enloquecer, sus magnéticas voces como devastadoras armas de guerra. ¡Así son las cosas, mi negro!
…O los hombres como yo se enamorarían de esas atrevidas, de sus figuras y sus cantos hechiceros, abandonarían a sus juiciosas mujeres…
No conozco tantas historias como Amelia pero yo también la adoro, no he leído tantos libros pero sé leer en sus más hondos pensamientos.
Lo que ella no sabe es que las sirenas de mis sueños tienen su voz, que cuando se lanzan a interpretar las canciones más bonitas sus caras se transforman, que sus rasgos son los de ella cuando canta en la casa y en las fiestas.
¡Así son las cosas, mi negra!
He dormido mucho, debo anunciar con la campana que es hora de echar las redes, dejo a un lado mis ensoñaciones.
Pues sí, gobierno un pequeño barco pesquero en el que la música de Coltrane no para de sonar en la cubierta -ese casete que Amelia pone en mi vieja pero potente grabadora-, todos en el puerto de Buenaventura, ¡gente que se ha criado entre maracas y tambores!, se burlan y me ponen apodos.
Aún no he visto sirenas que, fugadas de los sueños de algún navegante, ronden por el mar, pero si un día eso ocurre -así dice convencida mi mujer, y eso me enternece-, ¡si eso ocurre el jazz te salvará, mi amor, las hábiles seductoras no podrán contigo!
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II CONCURSO NACIONAL DE HISTORIAS DE AMOR
Categoría: mayores de 18 años
Nombre del autor: Pedro Vargas Hernández
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