ALMAS GEMELAS•CUERPOS GEMELOS
Era la tarde de un viernes común. Ese día, llegaron a su casa un par de mellizos después de ir a la escuela como acostumbran. No había nadie. Y se fueron los dos, al cuarto de Hotaru, para hacer la tarea. Haruto, el varón, estaba acostado en su cama inundado de sus libros, mientras, Hotaru, la chica, paseaba su cepillo entre su cabello después de haber acabado un agotador trabajo de secundaria.
Haruto la miraba fascinado por su belleza.
—¿Qué pasa, hermano? ¿Tengo algo malo? —Hotaru preguntó algo intrigada.
—En lo absoluto... Te ves más hermosa que de costumbre.
Se detuvo.
—Eh, Haruto.
—¿Qué pasa?
—¿Si te digo una cosa, prometes no decirle a mamá?
—Lo prometo. Dime.
Se acostó junto a él mientras que él le abría paso entre todos sus libros.
—En mi salón, hay un chico que me gusta. Se llama Jack. ¿No le dirás?
—No, si tú no quieres.
Al día siguiente, como eso de las diez de la mañana, Hotaru se encontraba sola almorzando en la cocina, pues era sábado, su hermano se quedó a dormir hasta tarde, y sus padres salieron en un viaje de negocios. Cuando Haruto bajó, ella ya se estaba preparando para salir.
—¿A dónde vas? —preguntó Haruto.
—Con mis amigas al centro.
—¿Le avisaste a mamá?
—Sip.
—Ya me voy, te veo al rato.
— . . . Si.
Y salió por la puerta principal cargando una pequeña mochila.
Mas tarde, dieron las cuatro de la tarde, y ella venía cruzando la puerta principal tapándose la cara y corriendo a su cuarto. Él tan sólo la vio pasar por la sala a toda velocidad y se preocupó. No dudo más y se fue tras ella, alcanzado sólo la puerta de su cuarto mientras se serraba con seguro. Algo estaba verdaderamente mal. Él trataba con desesperación que le abriera tocando su puerta como loco, pero ella no respondía ni abría... Hasta que por fin, el picaporte se venció de tan viejo que estaba, y Haruto pudo entrar a verla. Ella estaba abajo de todas las cobijas llorando bajo, aprecia no tener consuelo.
Él la abrasó aún entre las cobijas.
—Her-ma-ni-ta... ¿Por qué lloras? ¿Alguien te ha hecho daño?
Y mientras salía de su capullo de cobijas, temblorosa, y llorando todavía le dijo:
—Haruto... Perdóname, te mentí.
—¿En serio? ¿Y en qué?
—No fui a la plaza con mis amigas, supe que hoy iba ir Jack a la plaza y quise....
Rompió a llorar más fuerte.
—Le llevé un obsequio para que fuera al menos mi amigo... Y se rió de mí enfrente de todas esas chicas tontas y superficiales con las que acostumbra juntarse.
No se podía contener de ir y llorar abrasando muy fuerte a su hermano, mientras que el ardía de rabia contra aquel chico que le hizo tal estupidez a su hermana.
Él espero hasta que se desahogara, y se durmiera en sus brazos, la acomodó en la cama, y salió de paseo a la plaza. Ellos dos iban en el mismo salón, por eso Haruto sabía a la perfección quien era Jack. Lo buscó durante media hora, y cuando por fin lo encontró, se detuvo, y del piso, tomó un objeto. Ese tal Jack estaba entrado a un callejón solo, parecía dirigirse a su casa. Haruto lo siguió sigilosamente, y cuando él creyó que era el momento, lo confrontó poniéndosele enfrente e impidiendo su paso.
—Hey.... Tú.
—¿Y tú qué quieres? Déjame pasar.
—¿Te gustó burlarte de mi hermana?
— ¿Tu hermana?
—Mírame bien... ¿No te recuerdo a alguien?
—¡Oh! Ya lo tengo. Tú eres el hermano mellizo de esta niña... ¿Cómo se llama?
—Ho-ta-ru. Imbécil.
—Hey... Tranquilo.
—No me digas que me calme, idiota. Tú te burlaste de mi hermana y lo pagarás caro.
—Oh... Esa niña es muy linda, y esta loca por mi, y si yo quiero, puedo enamorarla y luego buscarme a otra... Lo puedo hacer y ella seguiría cayendo... No me molestes mocoso, no tengo tiempo para tus estupideces.
Fue como detonar una bomba atómica, y sin pensarlo dos beses mas, se comenzó a galonear con él, y cuando menos se lo esperó, Haruto golpeó con toda su fuerza el objeto que tomó del piso antes de confrontarlo, contra su cabeza. Era un pesado tubo de metal.
Jack, cayó al piso, y su cabeza se hundió como un quiché aplastado, y la sangre le comenzó a salir por montón... Haruto se aseguró... Y si, estaba muerto. Luego, tan sólo... Tiró el tubo, dio un suspiro al aire, y se fue de ahí.
Cuando llegó a casa, subió al cuarto de Hotaru. Ella aún dormía. Se acostó a un lado de ella, y la abrasó muy fuerte... Al ver ese tierno rostro dejar de cubriese de sal, Haruto no tuvo remordimiento alguno.
Ella despertó, se talló los ojos.
—¿Haruto?
—Si. ¿Te sientes mejor?
—Si... Muchas gracias, hermanito.
—Lo fui a ver hace un rato.
—¡¿Qué?! ¿¡Por qué!?
—Quería aclararle unos puntos.
—¿¡Y estás bien!? ¿No te hizo nada malo?
—No... Estoy bien. Mejor que nunca. Él ya no te volverá a molestar... Pidió una disculpa... Y jamás volverá.
—¡Muchas gracias hermano! Siempre... Siempre creí que me querías... Que no eras un chico malo.
—¿Jamás te diste cuenta? Te amo mucho hermanita.
—Yo también te amo... Así como eres.
Lo abrasó muy fuerte mientras le besaba una mejilla... Y... Esa cosa en la entre pierna de Haruto, comenzó a calentarse... Era una punzada, una punzada dolorosa pero placentera. Por un segundo... Intentó correr sus labios a los de su hermana... Y ella no lo detuvo, pues también sentía esa sensación tan cálida en el vientre... Un simple roce de labios bastó, para que Haruto comenzara a acariciar la delicada cintura de Hotaru. En poco tiempo, en pocos segundos, se encontraban dándose tiernos besos apasionados. Mas tarde, él se encontraba encima de ella, los dos totalmente desnudos, la miró a los ojos, y mientras le daba un dulce beso en los labios, la corrompió, llevándose un fuerte dolor al principio... Pero luego, fue el placer mas intenso que pudieron conocer... Estas cosas así de prohibidas, tienen un precio muy caro... Casi insalvable. Son las consecuencias por no poner límites ni hablar con los hijos.
Tres días después, ellos dos seguían teniendo ese tipo de relación, fue entonces en donde Haruto fue aprendido y llevado a la jefatura... Pues habían encontrado sus huellas en aquel tuvo que mató a ese idiota desconsiderado... Era culpable. Lo más que pagó, fueron tres años en un reformatorio... Pero lo separaron de su hermana, y ella quedó desolada, y prometió que lo esperaría, esperaría con muchas ansías, aquel momento en donde volviera a tocar su cuerpo, tan tierna y dulcemente como lo hizo alguna vez.
Areli Ramírez Estrada
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