viernes, 21 de octubre de 2011

Suciedad en mis Pies


Hacía ya mucho tiempo que esa muchacha morena de enormes y fascinantes ojos no veía la luna llena reflejada en el denso mar, la habitual tranquilidad que la inundaba en esos momentos estaba ausente, no estaba decepcionada por el rumbo que tomaban las cosas, de algún modo esperaba lo que había sucedido pero se sentía “mal”.
No esperaba que él quisiera verla, de todos modos se sentía inferior, sola, fea, y “negra” por él y tampoco quería verlo. Se observo detenidamente sus manos y recorrió los brazos con la vista, pudo notar que no era tan negra como sus amigas, pero ese era el rasgo que le daba el, miro nuevamente a su alrededor y observo gente morena y recalco en algunos “blancos”, algunos estaban vendiendo comida, otros andaban enrumbados en las tabernas cerca de la playa, pero sobre todo noto alegría, gente sin juicios, belleza y una familiaridad particular entre todos. Se pregunto porque la gente blanca discriminaba con frecuencia ese ambiente que no veía fronteras y pensando largo rato le llego la amargura que se encontraría con mas personas como él.
Recordó lo que ella le había dicho y se sintió estúpida, volvió a su casa enojada sin encontrar amparo en las olas mar, encontró en los alrededores a muchas personas alegres y se pregunto porque sentía algo hacia alguien tan amargado, sintió pena al recordar que todavía lo quería. “Es pasajero” se repitió al llegar a su cuarto, ignoro a su mama que le pedía que comiera y se acostó a dormir.
Se levanto con la extraña sensación de un pasado muy lejano, después se dio cuenta de que recordaba nítidamente los hechos, se acostó y miro distante el techo. “¿Porque a mí?” se pregunto, “Ojala nunca me lo encuentre”
Su madre la levanto y a regañadientes se baño y salió a la tienda, miro en las calles para no encontrárselo, no quería pasar una incómoda situación donde él quisiera disculparse o que en el peor de los casos ignorara que ella había expuesto sus sentimientos y se burlara otra vez. Se fijo detalladamente en toda la calle y en el parque que el solía visitar, un alivio le recorría el cuerpo cuando se acercaba a su casa, luego vio para su sorpresa que él la esperaba en el antejardín. Miro con rabia el rostro que la miraba, pero luego se reprimió sus comentarios y miradas, le dio la espalda, abrió la puerta de su casa, entro y cerro con seguro. “No!!!”, su madre la miro cuando entro, pidió lo que había comprado, ella la miro y le entrego lo que había pedido, se fue corriendo a su cuarto en el segundo piso, observo sigilosamente por la ventana si el seguía ahí, para su sorpresa estaba observando la casa desde el antejardín y luego se detuvo en su ventana, al cabo de unos minutos toco la puerta, su madre abrió y pidió hablar con ella, su madre la llamo repetidas veces, ella la ignoro, luego subió para llamarla directamente “¡¡Carajo!!”, no quería explicarle a su madre, entonces se escondió debajo de la cama, su madre abrió la puerta y no la encontró, bajo y despacho al joven. No salió de la cama hasta que escucho las rejas cerrarse con pasador. “¿Que hago?”. Se quedo atónita unos instantes, sin saber que pensar, concluyo al cabo de muchas horas que si él quisiera burlarse o disculparse lo hubiera hecho cuando la vio en el antejardín, el quería hablar seriamente, y como lo conocía sabia que no eran buenas esas charlas. Bajo y su madre apenas la vio le dijo que había venido él, ella sin decir nada fue a la playa, no sabía que pensar ni que hacer, y era allí donde no se lo encontraría.
Miro las olas golpear con la arena, se sentó y se quedo mirando los densos colores que recorrían el horizonte y se sumergió en su propio mar con sus propias olas.
Tomo arena con sus manos, y enterró sus piernas, escucho que alguien se reía a lo lejos, se percato de que alguien se acercaba, y después alguien se sentó a su lado, ella no volteo a mirarlo pero sabía que era él, “¡¡Vida Berraca!!”. El se quedo a su lado hasta pasada la tarde, no intercambiaron palabras, ella se levanto y el la llamo. Ella se quedo esperando la sencilla nota de rechazo, pero el llamado no era para que ella se quedara parada, él le indico que se sentara. Cosa que ella no tenía muchas ganas de hacer pero al cabo de unos instantes cedió y se sentó a su lado. - Confiésate otra vez – dijo el mirándola

-       ¿Estas loco?, ¡¡Ni muerta!! - dijo ella lanzándole una mirada fulminante
El la miro y suspiro, resignado – Si, estoy loco – respondió acostándose
Ella que ya lo conocía lo ignoro - ¿algo más? - dijo ella sin verlo
-       “Cuando estuve a tu lado entregue ciegamente una parte de mí que no sabía que existía” - cito en la confesión de ella - “Pero es desconcertante porque no sabía si aceptabas como soy” - se levanto y la miro - “parecía que me llevabas contigo y”
-       Ya, ya, ya, ya, ya, ya, ya.... - dijo ella interrumpiéndolo, se puso colorada y lo miro - ¿Que queres?, ¿Burlarte de mí?- pregunto enojada, se paro y lo miro en la arena – O ¿acaso te doy lastima y venís a disculparte para limpiar tus culpas? - para su sorpresa lo miro firme sin inmutarse – No necesito ni tus burlas, ni tus disculpas, quédate con ellas.
-       No – declino el – No tengo burlas ni lastima ni nada de eso, no puedo quedarme con algo que no tengo – se levanto frente a ella, era más alto y tuvo que bajar su mirada para encontrarse con la de ella – Confiésate otra vez – la vio unos instantes y luego bajo la mirada - Estoy esperando Isabella.
-       ¿Para que? - pregunto ella desconcertada – Ya después de lo que paso no te quiero, no sos mas que un niñato con condiciones, me discriminas, y aparte me decís que soy una negra como si vos fueras un perro de raza fina – dijo ella mirándolo, iba a tomar sus zapatos, pero él se le adelanto – Anoche te escuche ¿no?, escuche todos tus reproches y todo ¿Que me vas a decir ahora?
-       Me escuchaste a medias, sos una acelerada, no me dejaste contestarte y para eso te estoy pidiendo que te confeses otra vez – dijo el enojado
Ella se quedo boquiabierta, la verdad es que el quería continuar hablando, pero tras todo lo que había dicho ella no quería escuchar mas - ¡¿Qué?! – dijo sorprendida
-       ¡Eres mi boba Gertrudis!, mira la cara que tenes ¿Me vas a escuchar?– dijo el riéndose
-       ¡Fabio no me jodas!, Mira que por tus payasadas ya no confió en vos, ¿Quien quita que vengas a terminar de burlarte de mí? - respondió ella con desconfianza y tristeza
-       Bueno... ¡Listo, quedamos así! – dijo el resignado entregándole los zapatos, se iba cuando se decidió, entonces se volteo y la llamo – ¡¡Gertrudis!! - Aquel sobrenombre con el que se burlaban de ella la identificaba más que por la costumbre de ser llamada así que por gusto, volteo su rostro inconscientemente, él la miro con vergüenza, indeciso y pensativo se quedo hasta que por fin dijo: También te quiero
Se quedo unos instantes analizando lo que acababa de escuchar, se sentía confundida, sin saber que decir o hacer, al final opto por actuar de la misma manera en como el había hecho con ella – ¿Y crees que yo aceptaría a un blanco feo, aburrido, egocéntrico, bobo, cansón y pendejo como vos?
-       Si – respondió el mirándola recuperando su personalidad habitual: sincera y alegre
-       Eres más bobo que yo – dijo ella mientras se volteo para ponerse sus zapatos para caminar con él en la playa que ya empezaba a oscurecer para ver la noche con su luna otra vez.

Por: Luisa Fernanda Betancourth Lerma

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