miércoles, 26 de octubre de 2011

Él Soñaba y no se sabe cómo pero fue posible


No se sabe cómo pero llego al mundo en el hospital más lúcido del pueblo ubicado entre la calle quinta y sexta al lado de la familia Correa. Sé escuchaban sus quejidos, sus llantos, sus gritos. De repente toda la entidad hospitalaria quedo en silencio, quizás habían escuchado el más terrible y doloroso nacimiento que una madre pudo haber tenido en la historia del hospital, o de la ciudad. Y así nació Santiago, hijo de Doña Dorita la querida lavandera del pueblito, que le daba pan a su hijo de ese oficio aprovechando el cansancio de los trabajadores que no tenían esposa y que  llegaban sin fuerzas y energías como para ponerse a lavar, de los vagos también recibía ganancias. Dorita también hacía otras cosas, decía ella, mirar las bandadas de flacas palomas que atravesaban el firmamento, ver mariquitas entre la maleza, o los gusanos en el fango, aunque podemos agregarle su enorme profesión de madre viuda ¿Por qué no? .Santiago tenía ya poco menos de 1 año. Dorita cumplía su estancia número 42 en la tierra, ella a ratos pensaba, trataba de descifrar lo que le había escuchado a uno de los médicos que atendía su parto “La señora ya tiene 41, ojala el pelao’ le salga bien” .Ella no entendía muy bien lo que eso quería decir y si en realidad era eso lo que había escuchado al doctor, ya que apenas estaba despertando del letargo causado por la anestesia. Los días no pasaban pero de repente Santiago tenía 4 años, y era un niño alentado, cachete rosado y de vez en cuando le daba una ‘gripita’. Dora no se preocupaba lo veía común y corriente lo llevaba al parque a jugar con otros niños, flacos ellos sí, lo único que se les veía era la panza, pero por las lombrices. En las plazas de mercado era común verlos todos los días de “descanso” comprando el pan, la yuca, la papa, y las plantas aromáticas que a Doña Dorita tanto le gustaban, para que la casa oliera a cielo. Todo es cotidiano, pura monotonía, Dora lavando y observando por la verdad, Santiago en una esquina del patio sentando en una silla de plástico mirando hacia el suelo, con sus 10 años, una cara triste y amarga leyendo a Cortázar, aunque no entendiera nada. Dorita pasaba con ropa sucia hacia el lavadero que comúnmente en el pueblo  están en los patios, y logra ver a Santiago, no al Santiago de sus brazos si no a un Santiago diferente. Una cosa que ella nunca había visto. Él soñaba y soñaba, Santiago acostumbraba a ver una esfera blanca en el cielo de noche, y él quería ser como ella, se enamoro de ella y a su lado quería estar. Santiago devoraba libros de Borges, de Silva, de García Márquez, de Neruda, y toda página nueva o vieja que lo llame con su aroma. Aunque no entendiera nada. Ya el parque no era su lugar favorito, era el patio a medio día, porque el bombillo de la casa alumbraba negro. No se sabe cómo pero se escuchaban los mismos llantos de hace 17 años cuando Santiago nació, este llorando a inmensidad en su habitación. Su madre tratando de preguntarle desde afuera de la cortina qué era lo que sucedía, no de la puerta porque no había…el pueblo también lo escuchaba, las gentes cansadas porque no dejaba dormir para madrugar a trabajar, salieron y se fueron derecho hacía la casa del extraño Santiago y la lavandera Dorita. De repente una maza de personas estuvo afuera en el andén, preguntándose el porqué de los sollozos hasta que la casa se lleno de personas, Dorita no pudo evitarlo y juntos abrieron la cortina, Santiago era un Planeta. El noveno planeta del sistema solar en la tierra, había sangre, brazos, piernas, ojos, orejas, la nariz y otras cosas que no me acuerdo por ahí regadas.
Santiago el planeta, crecía y crecía, cada día levitaba 1 metro más, las ropas se le dañaron y Doña Dorita, ahorro 2 cubos de jabón. No sé cómo pero Santiago ya estaba en el universo con los otros planetas, y seguía leyendo a Borges, a Silva, a García Márquez, a Neruda, y a toda página nueva o vieja que lo llame con su aroma (Viejas prefería él). Santiago era especial, Sí tenía Síndrome de Down y no entendía los libros, pero usted tampoco los entiende. Solo su mamá lo sabía y prefería no dejarlo salir al parque. Y la gente aprendió a ver las cosas mejor desde afuera, pero desde la tierra y cuando levantaban su mirada al espacio veían a un joven, a un planeta, a Santiago llorando de amor y felicidad su estancia fuera del mundo donde lo mal trababa y lo acosaba. Una noche se escapo del sistema solar y  se dirigió hacia la luna, se presento y fue la noche más especial, ella era especial, los dos eran especiales.

Jhon Kevin Marín Pimienta

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