miércoles, 16 de mayo de 2007

La docencia

(Foto: grupo de docentes Institución Educativa San Antonio de Padua, mayo 2007)

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Por: DIEGO FERNANDO SANCHEZ VIVAS

La docencia

Cuando apenas nos despertamos de la placidez de la infancia, que a través de la familia nos inculca los más significativos y preciados valores que regirán nuestra vida más adelante, el educador se convierte en el guía, el orientador de nuestras más tempranas aptitudes en ese segundo hogar que es el colegio, y es el portador del saber que nos descubre en los albores de la existencia, la magia de las palabras y el encanto de los números.

Pero tal vez donde más queda marcada esa huella indeleble del educador, la impronta inconfundible y evidente, es en el comportamiento y acciones futuras. Si la familia se constituye en el pilar sólido que estructura la formación de una nueva generación, el educador moldea y le da forma al conjunto de valores que aprendemos en el hogar, los afianza, los decanta y los fortalece. De ahí la importancia radical de educador en la formación del futuro ciudadano que va a engrandecer con su aporte el entorno social.

La docencia se convierte en un apostolado, cuando la presencia del educador debe llegar a los más lejanos parajes de nuestra patria. Allá en esas tierras de ignota lontananza, donde el Estado brilla por su ausencia y las condiciones de vida de muchos colombianos son precarias, allá hay un educador dispuesto a transmitir sus enseñanzas y trasladar la semilla del conocimiento a compatriotas que apenas se asoman a las fuentes del saber.

Y es entonces cuando nos damos cuenta que la docencia obedece a una verdadera vocación, ya que la situación de muchos maestros, principalmente del sector rural, es verdaderamente angustiosa. Debe responder a una serie de requerimientos que tienen que ver con su propia subsistencia, con unos salarios precarios, insuficientes y que en muchas ocasiones no se pagan a tiempo.

Pero es que la verdadera remuneración de esta loable profesión que en realidad es un apostolado, no la encontramos en el salario, ni en las condiciones laborales, ni en las ventajas comparativas. Es algo mucho más valioso y significativo para el universo interior. Es la enorme satisfacción de ver prolongado, proyectado y multiplicado el conocimiento, que permitirá al infante del colegio, al jóven universitario y al profesional de la especialización, aplicar lo aprendido en la vida cotidiana.

Entonces el antiguo alum­no se acordará de su maestro, y le dará el más significativo y gratificante aliciente, motivación a su labor, le dirá “ muchas gracias por lo aprendido, profesor”.

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