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TRES – PRIMER PUESTO
REMINISCENCIA
En mi memoria solo una imagen
de amor perdura a pesar del tiempo. El recuerdo está vivo y parece que fue ayer
cuando era forastero en un pequeño pueblo. El primer día entré a la escuela,
llegué al salón y vi mis nuevos compañeros, pero cuando la vi a ella empecé a
sentir algo desconocido para mí, el piso se me movía y yo flotaba. Era bajita,
pelo castaño y linda sonrisa. Yo no conocía a nadie pero las ganas me llevaron
a hablarle a Toñito un gordito, morenito
que era amigo de todo el mundo. Empecé a hablarle de ella y me dijo que era la
niña de la que todos estaban enamorados, pero no me importó, era un pueblo de
feos y yo solo pensaba en ella. Todos los días me levantaba feliz para ir a
estudiar, al mediodía almorzaba y me iba rápido al colegio mucho antes de que
lo abrieran, y por la tarde salía a jugar al parque, hacer tareas o cualquier
cosa todo con propósito de verla. Me daban trescientos para el mecato, pero yo
salía de la casa compraba una chocolatina llegaba en el salón a entregársela,
nunca fui capaz de decirle nada era como si la lengua se me trabara. Todo el
año fue igual. En navidad tuve que devolverme a la ciudad.
Pasados dos años volví, entre
a tercero con los mismos compañeros y ella seguía igual de bella y yo más
idiotizado por verla. Pensé en hacernos amigos, pero así no avanzaría en su corazón, pensé en decirle que fuera mi
novia pero era muy cobarde para hablarle, así que me conforme con verla y saber
que era su enamorado. Terminó el año
escolar, y tenía que marcharme otra vez, entonces compre un peluché y
frente a la clase se lo entregue, los
nervios me pudieron y salí corriendo.
Habrían pasado 5 años y unas vacaciones regrese, entonces volví
donde Toñito hablamos y le pregunté por ella me dijo que seguía igual que hasta
ahora no ha tenido nadie en especial, en el fondo sentí alegría.
Ya cuando la vi me di cuenta
que su belleza era infinita, me le acerque hablamos, reímos y tenía el peluche
que le había dado, significó mucho para mí. Hablamos, varios días, pero no fui
capaz de pedirle ni un beso. Hasta que llego el día de marcharme a la ciudad
con la esperanza de al pueblo algún día regresar y con el sueño de su corazón
ya por fin capturar.
Juan
José Ortiz Martínez
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