martes, 20 de noviembre de 2012

III CONCURSO NAL DE HISTORIAS DE AMOR


CATEGORIA CUATRO – TERCER PUESTO

SOLILOQUIO DEL AUSENTE

Detuve el paso y volví los ojos, por un momento quise detener el tiempo y solo vi un silencio obligado. Una mezcla de tristeza y rabia me embargó.
La carretera polvorienta, se fue haciendo con mis pasos un hilo ondulante, que intentaba remendar la pradera y dejar en sus entrañas albergadas las huellas y  cenizas de los fogones familiares. Recordaba el contoneo de los pasos de Eloísa y los míos cuando la arcilla y la noche nos moldeaban en una sola Como se funde el amor.
Este paisaje no es hermoso sin Eloísa.
Veo una diminuta línea dispersa, ni recta ni ondulante, solo puntea y puntea hasta perderse en la escases de la laguna. Allí, solo quedó un manto levemente nubloso  sobre el cóncavo azul celeste y las colinas, hace rato abandonaron sus grises-púrpura y se fueron. Solo asoman sus picos
Eloísa, Eloísa, nombre de mi antojo para un hogar. Uno con hijos vigorosos, inquietos, traviesos; correteando y retozando en el patio de una casa con techumbre de amor y paredes de viento.  ¡Qué ironía! mientras las balas se cruzaban yo acompasaba unas tonadas amargas que se llevaran al viento el olor a municiones y la guitarra, me regresaba su nombre; Eloísa.
Solo tengo un lugar en ese bus que espera a los ahuyentados. No volveré la vista atrás, ¿para que buscar futuro en un pasado? Viajaré con la incertidumbre que conmociona las vísceras y ellas, apunta aguijones como si remendaran sueños. Solo acaparan ausencia, como la de la mariposa nocturna tras un foco que finalmente la lapida.
Mientras me hundo en estos pensamientos, he recorrido no sé cuando tiempo y distancia y llega con intrépida sorpresa la abarrotada avenida de una ciudad desconocida.  El chofer, anuncia la última parada, después se pierde en la estación. Ahí volveré a que poner los pies de nuevo en la tierra y enfrentar un presente extraño.
Extraviado en este inmenso parque de ciudad, con mis ropas raídas y contagiadas de la suerte que traigo, asusto, si, así como digo: asusto, yo mismo me asusto y comprendo por que otros me miran extraño y procurar alejarse a mi paso.
Siento un frío tan denso como la soledad que se ha apropiado de los pies y las manos. Condenso el dolor por los sueños que los fui enterrado a lo largo de la carretera y se los regalé al paisaje, los envié a través de la ventana. Los regresé al viento. Quedó ella  en el espejismo del amor de un pueblo fantasma.


Rosaura Mestizo Mayorga

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