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CUATRO – TERCER PUESTO
SOLILOQUIO
DEL AUSENTE
Detuve el paso y volví los
ojos, por un momento quise detener el tiempo y solo vi un silencio obligado.
Una mezcla de tristeza y rabia me embargó.
La carretera polvorienta, se
fue haciendo con mis pasos un hilo ondulante, que intentaba remendar la pradera
y dejar en sus entrañas albergadas las huellas y cenizas de los fogones familiares. Recordaba
el contoneo de los pasos de Eloísa y los míos cuando la arcilla y la noche nos
moldeaban en una sola Como se funde el amor.
Este
paisaje no es hermoso sin Eloísa.
Veo una diminuta línea
dispersa, ni recta ni ondulante, solo puntea y puntea hasta perderse en la
escases de la laguna. Allí, solo quedó un manto levemente nubloso sobre el cóncavo azul celeste y las colinas,
hace rato abandonaron sus grises-púrpura y se fueron. Solo asoman sus picos
Eloísa, Eloísa, nombre de mi
antojo para un hogar. Uno con hijos vigorosos, inquietos, traviesos;
correteando y retozando en el patio de una casa con techumbre de amor y paredes
de viento. ¡Qué ironía! mientras las
balas se cruzaban yo acompasaba unas tonadas amargas que se llevaran al viento
el olor a municiones y la guitarra, me regresaba su nombre; Eloísa.
Solo tengo un lugar en ese bus
que espera a los ahuyentados. No volveré la vista atrás, ¿para que buscar
futuro en un pasado? Viajaré con la incertidumbre que conmociona las vísceras y
ellas, apunta aguijones como si remendaran sueños. Solo acaparan ausencia, como
la de la mariposa nocturna tras un foco que finalmente la lapida.
Mientras me hundo en estos
pensamientos, he recorrido no sé cuando tiempo y distancia y llega con
intrépida sorpresa la abarrotada avenida de una ciudad desconocida. El chofer, anuncia la última parada, después
se pierde en la estación. Ahí volveré a que poner los pies de nuevo en la
tierra y enfrentar un presente extraño.
Extraviado en este inmenso
parque de ciudad, con mis ropas raídas y contagiadas de la suerte que traigo,
asusto, si, así como digo: asusto, yo mismo me asusto y comprendo por que otros
me miran extraño y procurar alejarse a mi paso.
Siento un frío tan denso como
la soledad que se ha apropiado de los pies y las manos. Condenso el dolor por
los sueños que los fui enterrado a lo largo de la carretera y se los regalé al
paisaje, los envié a través de la ventana. Los regresé al viento. Quedó
ella en el espejismo del amor de un
pueblo fantasma.
Rosaura
Mestizo Mayorga
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