Por Ana María Hurtado
7-02
Rocela la madre de Miguel lloraba desesperadamente, por que no tenía como darle un techo, comida ni ropa a su pequeño hijo, vivía de la limosna y de sobras que dejaban en los restaurantes y a veces dejaba de comer por darle de comer a su bebe, cada vez que su niño iba creciendo, necesitaba más cosas pero ella aún no se rendía, llevaba a su niño a la escuela para que mirara por las ventanas lo que enseñaban a los otros niños.
Un día Miguel le dijo a su madre: Mami yo no quiero nada, solo quiero que tú siempre estés a mi lado, solo quiero eso. Hijo pero yo quiero darte lo mejor; mami yo te voy a ayudar, voy a buscar trabajo, no hijo; tú eres mi responsabilidad.
Mami yo te quiero decir algo: nosotros somos demasiado ricos, nuestra riqueza son nuestros valores, hemos sobrevivido sin necesidad de robar, hemos comido sin necesidad de velar y hemos vivido por que nos damos amor, tú cuidas de mí y yo de ti.
Hijo esto es verdad; nosotros somos ricos, pero yo soy rica por ti, tú me enseñas a vivir con tú forma de aceptar las cosas, con tú ternura.
Mientras madre e hijo conversaban a un señor se le cayeron unos billetes, sin darse cuenta y Miguel dijo: ya regreso mami, voy a devolverlos, cuando Miguel le devolvió la plata, el señor le dijo gracias, quiero agradecerte dándote un regalo, dime donde vives y yo te lo llevaré y Miguel dijo; pero señor yo no tengo casa, vivo con mi mamá debajo del puente del humilladero, tranquilo pequeño ya tendrás un regalo, vas a hacer una casa donde puedas vivir con tú madre y también te daré estudio, tú lo mereces; gracias señor muchas gracias.
Ahora que vivo en mi propia casa con mi mamá descubrí algo más; que siempre fuimos ricos en valores, pero nos faltaba algo de riqueza material.
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