lunes, 4 de junio de 2007

CUANDO UN PUEBLO INVIERTE EN EDUCACION LAS GANANCIAS SON IMPRESIONANTES

EL ESPECTADOR, sábado, 02 de junio de 2007








El gigante educado
POR NICHOLAS D. CRISTOF

Debido a que el excedente comercial de China con Estados Unidos aumenta cada vez más, la tendencia estadounidense será reaccionar con aranceles y otras barreras. Sin embargo, debería en cambio tomar una página del libro chino y responder mediante un impulso de la educación.

Una de las razones por las que es probable que China supere a Estados Unidos como el país más importante del mundo en este siglo, es que hace más esfuerzos en la conformación de capital humano de los que hacemos nosotros.

Escribo desde un área en la provincia sureña de Guangdong, el pueblo ancestral donde nació mi esposa. Los abuelos de Sheryl se fueron de aquí porque pensaron que podrían encontrar mejores oportunidades para sus hijos en “Meiguo” —“País hermoso”, como se le dice a Estados Unidos en chino—. Y lo hicieron. En las reuniones familiares de Sheryl, uno se siente fuera de lugar si no tiene un doctorado.

Sin embargo, esa brecha educativa entre China y Estados Unidos se está reduciendo con rapidez. Visité varias escuelas primarias y secundarias, acompañado por dos de mis hijos. Y en general, el nivel de matemáticas que se enseña incluso en las escuelas de campesinos es similar al de las excelentes escuelas de mis hijos en el área de Nueva York.

El sistema escolar de mis hijos no proporciona idiomas extranjeros sino hasta que se alcanza el séptimo grado. Estos campesinos chinos empiezan a estudiar inglés ya sea en el primer grado o en el tercero, dependiendo de la escuela.

Francamente, mi hija se aburrió de que la llevara de una escuela a otra y que los maestros vieran en forma condescendiente sus libros de texto, y dijeran: “Oh, nosotros hacemos eso dos años antes”.

Hay, creo, cuatro razones por las que les va tan bien a los estudiantes chinos.

Primera, los estudiantes chinos están hambrientos de educación y progreso, y trabajan con más ahínco. En contraste, los niños estadounidenses pasan en promedio 900 horas al año en clase y 1.023 frente al televisor.

Aquí en el pueblo ancestral de Sheryl, los alumnos se presentan en la escuela a las 6:30 de la mañana para recibir tutorías extras antes de que comiencen las clases a las 7:30. A las 11:30 van a su casa a comer y regresan de dos de la tarde hasta las cinco. Hacen tareas todas las noches y los fines de semana, así como una o dos horas diarias durante las vacaciones de verano, que duran ocho semanas.

La segunda razón es que China tiene un enorme respeto cultural por la educación, parte de su legado confucionista, de manera que gobiernos y familias por igual derraman recursos en la educación. Se respeta a los maestros y se les compensa mucho mejor, financiera y emocionalmente, en China que en Estados Unidos.

En mi última columna escribí sobre Dongguan, una ciudad en auge, que no tenía universidades cuando la visité por primera vez hace 20 años. La ciudad dedica 21 por ciento de su presupuesto a la educación y ahora cuenta con cuatro universidades. Un asombroso 58 por ciento de la población entre 18 y 22 años está inscrito en una universidad.

Una tercera razón es que los chinos creen que quienes obtienen las mejores calificaciones son los que trabajan más. En contraste, los estadounidenses dicen en las encuestas de opinión que los mejores estudiantes son los que de forma innata son más listos. El resultado es que los niños chinos nunca tienen una excusa para la mediocridad.

La educación china tiene sus propios problemas, incluidos los sobornos y las cuotas para ingresar a buenas escuelas, grupos enormes de 50 a 60 alumnos, equipo de segunda clase y universidades malísimas. Sin embargo, el progreso del último cuarto de siglo es impresionante.

También es alentador que tantos chinos agiten la cabeza por esta columna, y digan que realmente no es así. Se quejan de que las escuelas enseñan memorización por repetición mecánica y no creatividad ni amor por el estudio. Este tipo de discusión es buena para las escuelas y ya ha conducido a mejoras en la enseñanza del inglés, de tal forma que los alumnos urbanos pueden comunicarse mejor en inglés que los japoneses o los surcoreanos.

Después de visitar el pueblo ancestral de Sheryl, subí un video de él en el sitio en la red de The New York Times. Pronto me asombré al ver un mensaje emocionado en mi bitácora de una mujer que solía vivir en ese pueblo.

Litao Mai, probablemente alguno de mis parientes políticos lejanos, creció en una casa que pudo ver en mi video. Sus padres sólo asistieron hasta el tercer grado de primaria, pero ella fue la primera persona en el pueblo que fue a la universidad. Ahora trabaja en Merrill Lynch en Nueva York y se describe a sí misma como “una campesinita” transformada en “una capitalista de Wall Street”.

Esa es la magia de la educación, y hay 1,3 mil millones más detrás de Mai.

Así es que Estados Unidos no debe responder a los excedentes de China levantando barreras comerciales. Más bien, debe hacer lo que hicimos después de que la Unión Soviética lanzó el Sputnik en 1957: elevar nuestros propios estándares educativos para enfrentar la competencia.

Ganador del Premio Pulitzer 2006 en comentario. c. 2007 - The New York Times News Service

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