Del Sermón de San Antonio
para el Domingo de Pentecostés(n. 16)
para el Domingo de Pentecostés(n. 16)
Y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas, que son los diversos testimonios sobre Cristo, tales como la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia. Hablamos con estas virtudes cuando las mostramos a otros en nosotros mismos. El lenguaje tiene vida cuando hablan las obras. Cesen, por favor, las palabras; hablen las obras. Estamos llenos de palabras, pero vacíos de obras, y por eso el Señor nos maldice como maldijo la higuera en que no halló más que hojas y no fruto (Mt 21,19). La norma del predicador, dice san Gregorio, es poner por obra lo que predica. En vano se jacta del conocimiento de la ley el que destruye con sus obras lo que enseña. Los Apóstoles hablabanconforme el Espíritu Santo les concedía expresarse. Dichoso el que habla según el don del Espíritu Santo, no según sus propias opiniones. Pues hay algunos que hablan según su espíritu, roban las palabras de otros y las proponen como suyas y se las atribuyen a sí mismos.
De tales predicadores o parecidos a éstos dice el Señor por Jeremías: Aquí estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy yo contra los profetas que usan de su lengua y emiten oráculo. Aquí estoy yo contra los profetas que profetizan falsos sueños y los cuentan y hacen errar a mi pueblo con sus falsedades y su presunción, cuando yo, ni les he enviado ni dado órdenes, y ellos de ningún provecho han sido para este pueblo, dice el Señor (Jr 23,30-32).
Hablemos, por tanto, como el Espíritu Santo nos conceda expresarnos, pidiéndole humilde y devotamente que nos infunda su gracia, para que llegue el día de Pentecostés por la perfección de los cinco sentidos y la observancia del Decálogo; para que quedemos llenos del espíritu impetuoso de la contrición y nos abrasemos con las lenguas de fuego de la confesión, para que, encendidos e iluminados en el esplendor de los santos, merezcamos ver a Dios uno y trino. Ayúdenos aquel que es Dios uno y trino, bendito por los siglos de los siglos. Diga todo espíritu: Amén, aleluya.
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