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05/09/08 Por:Petufar
El Tiempo.
Las reglas ortográficas nos presentan familias de palabras con algún rasgo común. Las familias humanas tienen como principal rasgo común el apellido. Si usted conoce a un Rodríguez, sabe que sus hijos, su padre, su abuelo, sus hermanos, algunos primos, etc., también son Rodríguez. Lo mismo sucede con las palabras: si usted sabe que una palabra está "emparentada" con otras y conoce la ortografía de al menos una de ellas, también podrá deducir la ortografía de las demás que pertenezcan a esa familia. Así que podemos decir que la ortografía de las palabras es como el apellido de los humanos.
Entre los humanos, además de los grupos familiares de consanguinidad, también existen otros grupos que tienen algo en común: una afición, una creencia, una característica física, un comportamiento, etc.
¿Qué tipos de familias de palabras de interés ortográfico existen? Hay tres tipos principales: las que tienen una característica común en su forma (comienzo, terminación, determinada combinación de letras, etc.), las que son "descendientes directos" de otras (derivados, afines, diferentes formas verbales) y las que tienen su origen en una misma palabra (generalmente latina o griega).
Las familias del primer tipo tienen un rasgo común observable. Ese rasgo se suele expresar en los libros de Ortografía en el marco de una REGLA. Por ejemplo: "Las palabras que terminan en -illo se escriben con ll". Esta regla no tiene ninguna excepción. ¿Cómo se puede recordar? Basta recordar una sola palabra, la primera que le venga a la mente de quien está estudiando (cuchillo, cepillo, ladrillo, o quizás un despectivo o diminutivo como tinterillo o pastelillo, o una forma verbal como chillo). No importa cuál sea la palabra, una sola es suficiente para recordar todo el grupo. Pero no todas las familias son tan sencillas. Así como entre las familias humanas hay algunas "ovejas negras", entre las familias de palabras también hay algunas que tienen excepciones. Puede haber pocas o muchas ovejas negras y puede haber pocas o muchas excepciones a algunas reglas ortográficas. Obviamente, las reglas "más bonitas" son las que cubren muchas palabras y no tienen muchas excepciones. Para que una regla pueda ser considerada como tal, debe tener muchos más ejemplos que excepciones. La regla "los sustantivos, especialmente los abstractos, que terminan en -ancio, -ancia, -encia se escriben con c" tiene muchos ejemplos y sólo dos excepciones: ansia y hortensia. ¿Cómo recordar esta regla? Muy fácil. Basta recordar un ejemplo de cada caso cubierto por la regla (cansancio, vagancia y paciencia, por ejemplo) y las dos excepciones. Cuando hay más excepciones, éstas cobran una importancia mayor porque, además de recordar un ejemplo, es menester recordar TODAS las excepciones. Las excepciones se pueden dar en forma expresa, en forma genérica (describiendo una característica común a ellas) o de modo mixto (expreso y genérico). Ejemplo: "Las palabras que terminan en -cer, -cero y -cera se escriben con c. Excepciones: ser, toser, coser, neceser, mísero, grosero, visera y algunas palabras derivadas de vocablos que llevan s en la raíz, como casero (de casa), pordiosero (de por Dios), etc.".
La segunda clase de familia ortográfica es un grupo de "parientes" que consta de uno o más "patriarcas" y unos descendientes. Ejemplo: "Las palabras derivadas de o afines con sustantivos o adjetivos terminados en -ja, -jo, -j conservan la j en je y en ji. Ejemplos: de paradoja se deriva paradójico; de ojo se derivan ojera, ojeriza, ojiverde, ojitos, ojear y sus formas conjugadas como ojearé, ojearías, ojeaban, etc.". Recordar este tipo de reglas no tiene absolutamente ninguna dificultad: son tan lógicas que cualquiera las puede incluso deducir por su propia cuenta, especialmente ―como en este caso― si las palabras "patriarcas" no tienen dificultad ortográfica.
El tercer tipo de familia es muy interesante. Resulta que muchas de las palabras que usamos conforman grupos o familias que descienden de una misma palabra (raíz) latina o griega. Igual que entre los humanos, hay familias grandes y familias pequeñas. Haciendo honor al título de esta nota, la gran mayoría de estas palabras tiene una ortografía común. Las excepciones son incluso más raras que las personas que "reniegan" de su familia y se cambian de apellido. Yo tengo en mi libro más de 100 de estas familias. Aquí va un ejemplo tomado al azar: "Las palabras derivadas del latín certus (cierto) se escriben con c. Ejemplos: cierto, certeza, certidumbre, certificado, certificación, acertijo, certero, certamen, acertar, acertado, acierto, concertar, concertación, concierto, cerciorarse, ciertamente, certificar, incertidumbre, incierto, desacierto, desconcertado". En este tipo de familias no hay necesidad de memorizar la palabra latina o griega que dio origen a la familia, pero es útil retener la mayor cantidad de información posible. Otra vez es clave recordar por lo menos una palabra con su ortografía. La mayoría de las palabras tienen un parentesco evidente, muy fácil de identificar. Las que no lo tienen son "curiosidades interesantes" para el usuario que abren su visión idiomática.
En un buen libro se suelen dar muchos ejemplos y todas las excepciones. La simple lectura del libro produce una notable oportunidad de aprender ortografía, especialmente para los individuos con buena memoria visual. Si a la lectura se agrega la escritura, es decir, si se hacen ejercicios, se incrementa aún más la oportunidad de aprender. Si el libro presenta frecuentes ejercicios de recapitulación en los que se repasa continuamente todo lo aprendido, la garantía de aprender es todavía más real.
Para terminar, aclaremos que si se utiliza un libro de Ortografía para aprender esa materia, el usuario queda expuesto a una enorme cantidad de palabras que podrían presentar dificultades ortográficas, y que esas palabras no aparecen aisladas sino en grupos determinados por las reglas, lo cual hace mucho más fácil su identificación y clasificación ortográfica. Lo que puede aprender de Ortografía es muy pero muy superior a lo que aprendería leyendo otros libros o escribiendo los textos que necesite escribir como estudiante o como adulto. Y, como se desprende de lo arriba dicho, las reglas no se deben aprender de memoria; se debe aprender a aplicarlas. En todo caso, la evaluación en ningún caso debe ser para constatar si el alumno es capaz de enunciar las reglas sino para averiguar si sabe aplicarlas, es decir, si va mejorando su ortografía.
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