martes, 25 de octubre de 2011

Sinestesia



- Lea, alguien me dijo una vez que todos somos y actuamos de acuerdo a las circunstancias. Es verdad, realmente somos lo que hacemos y hacemos lo que corresponde en medio de determinado momento. Hoy me detuve a pensar en nuestra situación, nuestra circunstancia. Realmente no es fácil, pero tampoco creo que haya nada difícil en la vida. Si fuera fácil no tendría nada encantador, y si fuera imposible sería tan encantador que nos desilusionaría vernos pequeños ante tanta maravilla. Probablemente eso es lo que me suceda. Acepto, un poco orgullosa, que esto ha sido lo más hermoso y enriquecedor que me ha podido dar una ilusión quizá vana. Todo pareciera estar mal, ¿no? Podemos empezar con que no es nada convencional, nada aceptado por nadie, nadie en particular, pero podría referirme a los demás. Algo que no aceptas y que me niego, un sentimiento que por razones desconocidas no puedo destruir o dejar ir con el flujo de la vida, la rutina, las personas, el aire. Declaro que sería la persona que podría hacerte feliz, pero todo se rompe cuando miras quien soy, cuando nos damos cuenta que mi empaque es igual al tuyo. Por dentro soy miles de cosas, sabes que reboso mi propio ser, que me encantaría poder hacerte sentir tan completa como me siento cuando puedo compartirlo todo contigo. Mi figura es la única cosa que no puedo darte ni puedo cambiar, lo único entre tanto y, aunque a veces, se piense que esto no pesa, realmente es algo que se carga a cuestas como el reproche de sentirse impotente. Desearía ser quien te complete, pero ya me di cuenta que la forma en la que yo estoy llena, atiborrada de emociones y deseos, no es la usual, común, normal. No quieres enamorarte de nadie, especialmente de nadie que genere inconvenientes internos, que no te desestabilice de la manera más hermosa para hacerte sentir hasta el borde, hasta más allá de los límites, hasta donde no importa lo que venga después porque no hay nada después, donde se es completo, donde todo siempre estará bien. Mucho menos mencionar los inconvenientes externos y problemas con todos aquellos que viven y hasta vivimos de lo que recubre nuestro aura; ojos, nariz, boca, y demás. Definitivamente se siente demasiado extraño quererte tanto.
A mí eso no me importó según veo, no hasta hace un rato. A pesar de distinguirte afín, pretendo catar tu naturaleza de un modo opuesto y diferente. Nunca me dio lo mismo, yo sé en qué clase de lugar estoy y los riesgos que estoy corriendo, pero esto realmente empezó a inquietarme cuando me fijé en ti como el ser humano espléndido que eres. Solo hasta que me pude ver en ti y me pude sentir tan grande y a la par tuyo como hoy, pude entender el valor de dejarte, de regalarte todo eso que te ofrecí en su momento y de decirte ahora que lo tomes y hagas con eso lo que desees. Siempre me tendrás como una amiga, como una hermana, como tu confidente, la que está en todas, la que te quiere como solo puede quererte, y aún sabiendo eso te ofrece más utopías para hacerte feliz como lo ha mencionado desde que tuvo la fortuna de conocerte. Me hiciste una mejor persona, y como todos, pero de una manera mucho más sublime e imposible de olvidar, me mostraste una nueva perspectiva de todo. Simplemente me hiciste libre y eso es lo más hermoso que has podido darme. Con todo mi amor… - Acabé llorando.
Lea no respondió. Mientras le leí la carta dudé si alguien estaba tras la puerta, más sin embargo, tuve que intentar algo. Me sentí un poco incoherente, pero supe que de alguna manera me escuchaba. Al terminar, me quede esperando a que se abriera el umbral. Nada ocurrió.
- ¿Me escuchas, Lea? No hagas esto por favor... Te amo.
Se escuchó un ligero ruido tal vez procedente de la cocina.
Me recosté en la puerta e intenté verla por la mirilla. No logré ojear nada, así que intenté hablarle por última vez. No contestó. Pasé la carta bajo la puerta y me fui sollozando desconsolada como un mono sin brazos. Anduve sin rumbo un tiempo largo y pesado. Al llegar a mi casa estaba ella recostada sobre mi puerta mirándome fijamente. Abracé su pecho inmóvil y finalmente la besé.


Paula Andrea Almanza Castañeda.

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